Con un título muy sugerente, donde en simbiosis perfecta podrían encajar música, versos y sentimientos, Diego Fortunato nos presenta un poemario teñido de vida, dolor, dulce esperanza y sueños, pero, por sobre todo, amor. Amor en sublime y palpable expresión. En fin, palabras que navegan sobre versos pincelados de ilusión y anhelo. Por eso el poeta recuerda: Una vez tiré una piedra al río. Salpicó el agua y la piedra se me ha perdido. Volví a tirar otra, pero no tenía sentido. Me metí en el río a buscarla pero habían muchas iguales a la mía. Retrocedí y miré al río. Siempre corría sin detenerse, sin mirar a la piedra mía. Entonces comprendí que el río es como la vida, nunca se detiene aunque se lleve al alma mía.
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