Honoré de Balzac es universalmente conocido por algunas de sus grandes y extensas novelas y, sobre todo, por ese vasto y esencialmente irrealizable proyecto narrativo que fue la Comedia humana. El justo renombre de esta obra encubre, por desgracia, el hecho de que la misma incluye relatos más cortos que, por su intensidad y perfección formal, merecen figurar al lado de los títulos mayores. Adiós es uno de ellos. En él, a través de un trágico destino individual, se nos cuenta, con una vividez casi alucinatoria, uno de los episodios más terribles de la invasión napoleónica de Rusia: la batalla y el cruce del río Berésina.
Tolstoy lo incluiría más tarde en el marco de la cuarta parte de su monumental Guerra y paz; el propio Balzac volvería a él al menos tres veces más, en La piel de zapa, El médico rural y Otro estudio de mujer. Pero nunca con la fuerza y la inmediatez con que lo hace en este relato, en cuyas páginas asistimos al horror de la guerra en forma directa y en sus aspectos más crudos, pero también a través del destino individual de los dos personajes principales, Philippe de Sucy y Stéphanie de Vandières, protagonistas de una inolvidable historia de amor signada por la muerte, la separación y la locura.
Tolstoy lo incluiría más tarde en el marco de la cuarta parte de su monumental Guerra y paz; el propio Balzac volvería a él al menos tres veces más, en La piel de zapa, El médico rural y Otro estudio de mujer. Pero nunca con la fuerza y la inmediatez con que lo hace en este relato, en cuyas páginas asistimos al horror de la guerra en forma directa y en sus aspectos más crudos, pero también a través del destino individual de los dos personajes principales, Philippe de Sucy y Stéphanie de Vandières, protagonistas de una inolvidable historia de amor signada por la muerte, la separación y la locura.