Como abiertamente él mismo reconoce, nuestro amigo y
colaborador en el portal taurino (www.laplazareal, net), Dr. Juan
J. Zaldívar Ortega: «Aunque los animales tienen muy diferentes
niveles de conocimientos, que en muchos casos razonan, no
será fácil para la mayoría de los aficionados poder aceptar, y
menos aún los ganaderos, que las mismas bases que rigen el comportamiento
de los animales bravos desde su nacimiento están siempre en condiciones de
poder ajustarse a un adiestramiento programado por el hombre.» Debe ser
por ello el que estén facultados también para cambiar sus estrategias de atacar
con bravura y nobleza en la plaza, o defenderse como mansos.
Sea como fuere, debo aceptar con idéntica actitud, la perplejidad que
sentí cuando Zaldívar me habló del tema. ¿Adiestrar a los toros bravos? –le
pregunté. Es que eso cambiaría todas las reglas de juego y resultaría muy
difícil de realizar por los criadores, acostumbrados a unos sistemas de manejo,
casi siempre agresivos y violentos para los animales –ahora los encierran con
motos de cuatro ruedas-, que no han cambiado a lo largo de siglos, sin
beneficiarse de los adelantos experimentados por la moderna tecnología y
menos aún de los impresionantes avances de la electrónica. Esto es
evidentemente cierto. Pero en el campo aplicativo los ganaderos que quisieran
adiestrar su ganado tendrían de cambiar por principio toda la estructura material
de sus dehesas, configurando unos procedimientos de manejo verdaderamente
desconocidos para ellos, pero que reducirían al mínimo los costes de
explotación.
En esta obra que tenéis en la mano, Juan Zaldívar asegura que la vieja
polémica, sobre lo innato y lo aprendido en la conducta animal, ha sido
abandonada, especialmente en el ganado bravo. Él está convencido de que
«será siempre más fácil educar a un hato de terneros que a un grupo de niños».
Nos habla de la «inteligencia en la conducción social» que puede ser conducida
y estimulada por el trato más humano a los animales bravos. Que de ella
depende el que, pese a tener cerebros relativamente pequeños puedan tomar
decisiones conscientemente ante un problema determinado. Hacerlo así es
colaborador en el portal taurino (www.laplazareal, net), Dr. Juan
J. Zaldívar Ortega: «Aunque los animales tienen muy diferentes
niveles de conocimientos, que en muchos casos razonan, no
será fácil para la mayoría de los aficionados poder aceptar, y
menos aún los ganaderos, que las mismas bases que rigen el comportamiento
de los animales bravos desde su nacimiento están siempre en condiciones de
poder ajustarse a un adiestramiento programado por el hombre.» Debe ser
por ello el que estén facultados también para cambiar sus estrategias de atacar
con bravura y nobleza en la plaza, o defenderse como mansos.
Sea como fuere, debo aceptar con idéntica actitud, la perplejidad que
sentí cuando Zaldívar me habló del tema. ¿Adiestrar a los toros bravos? –le
pregunté. Es que eso cambiaría todas las reglas de juego y resultaría muy
difícil de realizar por los criadores, acostumbrados a unos sistemas de manejo,
casi siempre agresivos y violentos para los animales –ahora los encierran con
motos de cuatro ruedas-, que no han cambiado a lo largo de siglos, sin
beneficiarse de los adelantos experimentados por la moderna tecnología y
menos aún de los impresionantes avances de la electrónica. Esto es
evidentemente cierto. Pero en el campo aplicativo los ganaderos que quisieran
adiestrar su ganado tendrían de cambiar por principio toda la estructura material
de sus dehesas, configurando unos procedimientos de manejo verdaderamente
desconocidos para ellos, pero que reducirían al mínimo los costes de
explotación.
En esta obra que tenéis en la mano, Juan Zaldívar asegura que la vieja
polémica, sobre lo innato y lo aprendido en la conducta animal, ha sido
abandonada, especialmente en el ganado bravo. Él está convencido de que
«será siempre más fácil educar a un hato de terneros que a un grupo de niños».
Nos habla de la «inteligencia en la conducción social» que puede ser conducida
y estimulada por el trato más humano a los animales bravos. Que de ella
depende el que, pese a tener cerebros relativamente pequeños puedan tomar
decisiones conscientemente ante un problema determinado. Hacerlo así es