Desde el inicio teníamos clara la existencia de múltiples interpretaciones en torno al tiempo educativo, pero nosotros veíamos la oportunidad en un tiempo que muchas veces no se conoce. Un tiempo que va más allá del tiempo planificado, programado, establecido para ser evaluado progresivamente en aras de conseguir la buena educación. Ese tiempo que es algo más que un desarrollo físico, impuesto o improvisado, que surge de forma espontánea o no, manejado por instrumentos o más bien mecánico. Pero un tiempo marcado por la posibilidad de ejercer la dimensión ética de lo humano. Un tiempo que reafirma la inquietud del ser, un tiempo marcado al compás de los valores: el tiempo libre.
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