En julio de 2008, por decisión de la presidente Cristina Kirchner, Aerolíneas Argentinas fue expropiada por ley del Congreso Nacional y volvió al control estatal después de diecisiete años en manos privadas. Estos dos mil días de gestión de la línea aérea de bandera y su subsidiaria Austral le costaron al Estado argentino aproximadamente cuatro mil millones de dólares, más de diecisiete mil millones de pesos. Sin embargo, tal gasto no solo no incluyó el incremento de destinos internos –solo se agregaron dos en el exterior–, sino que además se cortó un vuelo emblemático y único en el mundo que unía Buenos Aires con Sydney. ¿Cómo es que la autoproclamada administración pública sigue empeñándose en vender la imagen de una compañía en recuperación, y a veces inclusive próspera, si después de invertir cuatro mil millones de dólares la empresa continúa virtualmente quebrada, con un patrimonio negativo que supera su capital social y con la incorporación de apenas dos Boeing 737 y un crédito por veinte Embraers que financia un banco de Brasil? ¿Cómo se explica que, mientras Latinoamérica mantenía una de las tasas de crecimiento dentro de la industria aerocomercial mundial más importante, Aerolíneas Argentinas permaneció en su situación de una compañía hundida en el descontrol? ¿Cuál es el efecto sobre otras compañías y sobre los pasajeros que desean volar dentro de, desde y hacia la República Argentina? Franco Rinaldi ha reconstruido con precisión y crudeza una trama que revela cómo Aerolíneas Argentinas incurrió en incomprensibles fallas empresariales, desde la contratación descontrolada de empleados hasta importantes diferencias en sus estimaciones financieras, con resultados de pérdidas que siempre superaron sus previsiones de déficit. Por primera vez, se desnudan los errores de cálculo económico de Kicillof como gerente financiero. La verdad detrás del gesto emocional, nacional y popular.
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