EL RETIRO DE MADRID I MAÏANAS DE JUNIO Y JULIO Entre las muchas cosas oportunas que puede ejecutar un vecino de Madrid durante el mes de Junio, pocas lo serÞn tanto como el levantarse de madrugada y dar un paseo por el Retiro. No ofrece duda que el madrugar es una de aquellas acciones que imprimen carÞcter y comunican superioridad. El lector que haya tenido arrestos para realizar este acto humanitario, habrÞ observado en sê mismo cierta complacencia no exenta de orgullo, una sensaciïn deliciosa semejante a la que habrÞ experimentado Aquêles despuæs de arrastrar el cadÞver de Hæctor en torno de las murallas de Iliïn. El heroêsmo presenta diversas formas segön las edades y los paêses, mas en el fondo siempre es idæntico. Cuando madrugamos para ir a tomar chocolate malo al restaurant del Retiro, una voz secreta que habla en nuestro espêritu, nos regala con plÞcemes y enhorabuenas. Nuestra personalidad adquiere mayor brêo, nos sentimos fuertes, nobles, serenos, admirables. Los barrenderos detienen la escoba para mirarnos, y en sus ojos leemos estas o semejantes palabras: ª"Asê se hace! "Mueran los tumbones! "Usted es un hombre, seíorito!º Y en testimonio de admiraciïn nos echan media arroba de polvo en los pantalones. El dêa que madrugamos no admitimos mÞs jerarquêas sociales que las determinadas por el levantarse temprano o tarde. Todas las demÞs se borran ante esta divisiïn trazada por la misma naturaleza. Los que tropezamos paseando en el Retiro adquieren derecho a nuestra simpatêa y respeto; son colegas estimables que forman con nosotros una familia aristocrÞtica y privilegiada. A la vuelta, cuando encontramos a algön amigo que sale de su casa frotÞndose los ojos, no podemos menos de hablarle con un tonillo impertinente, que acusa nuestra incontestable superioridad
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