Y ustedes saben que cuando una madre se propone algo, nadie puede
sacárselo de la cabeza. Una vez que don Roque, el peluquero, lo sentó en
una ridícula sillita, eligió entre sus herramientas la flamante tijera
retrovisora con escobillas barrepelusas.
#Un corte por aquí, otro por allá, rebajamos de este lado y#
Así, el mundo de Teo pareció transformarse
en una verdadera catástrofe.
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