Inesperadamente, un hombre encuentra en la calle a un antiguo amor de adolescencia. Las circunstancias, sin embargo, no son las mejores: ella es ahora una prostituta. Al conversar, se hará patente que la protagonista vive atrapada en un dilema: no está muy segura de lo que hace ni mucho menos se siente cómoda en ello, pero, al mismo tiempo, teme volver a esa situación de carencias que la llevó a perder a sus padres. A través de un relato desencantado sobre la sociedad peruana de los últimos treinta años, Enrique Orihuela llama la atención sobre cómo un determinado sistema político y económico –que impone una idea de progreso conseguido a cualquier precio– puede nutrirse de la precariedad de los valores así como de las incertidumbres de las personas mismas. Es decir, presenta una cruda referencia a ese sistema que se perpetúa a través de las contradicciones humanas. “La obra se sitúa en un contexto en el que todos deben amoldarse a los vientos dominantes, e incluso algunos al punto de comercializarse a sí mismos sin mayores escrúpulos”, dice el autor. Lo más inquietante de estas páginas: cómo el ser humano, en un intento por escapar, dignificarse y surgir, genera vidas paralelas que, a la larga, lo convierten en el peor enemigo de sí mismo.
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