No resulta fácil prologar el libro del ser con el que compartimos la vida, más aún cuando la temática se instala en el entramado mundo de la pareja, institución que se debate entre avatares y múltiples búsquedas.
El libro, sin duda alguna, es un viaje al centro de lo femenino y lo masculino, lectura que invita a repensar la vida misma desde el momento en que decidimos sellar la alianza de la pareja con alguien.
Este libro, al tiempo que es un viaje por nuestras cotidianidades, invita a tener una actitud dialogante con el otro, a fin de derribar muros, encontrar y sanar heridas, establecer rituales que son el abono para que se fortalezca la convivencia, ver al otro más allá de la obviedad, siempre con nuevos ojos, y desenredar la madeja que supone el intercambio de dos existencias que se aman.
Dos que se juntan para armar los rompecabezas que traemos por dentro, pareja para construirnos en el día a día, pareja para habitar de mejor manera el universo.
Desde los comienzos mismos de la humanidad ya el hombre miraba a las alturas buscando, más allá de sí mismo, una presencia que lo alentara y protegiera de todo mal.
Cada cultura acondicionada por las circunstancias particulares de donde nació y se desarrolló fue tejiendo una serie de intermediarios que los pusieran en contacto con el Ser Supremo.
De hecho, es dentro de ese fenómeno humano, tan intrínseco al hombre, que el cristianismo propone al hombre y a la mujer de hoy y de siempre una respuesta contundente y definitiva: “Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar. Por consiguiente, es el hombre, pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia .y voluntad...” (Gaudium et spes [GS 3]).
He aquí la función propia de la Iglesia de Cristo. Es deber permanente de la Iglesia estructurar a fondo los signos de la época e interpretar a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas.
Es dentro de esa misión evangelizadora que podemos enmarcar este trabajo del presbítero cubano Raúl Rodríguez Dago. El padre Raúl, estudioso de los llamados cultos sincréticos, o religiones populares, pone a consideración del lector esta obra que desde una perspectiva católica penetra en el mundo de estas prácticas arraigadas en Cuba y en otros países de América.
El libro, sin duda alguna, es un viaje al centro de lo femenino y lo masculino, lectura que invita a repensar la vida misma desde el momento en que decidimos sellar la alianza de la pareja con alguien.
Este libro, al tiempo que es un viaje por nuestras cotidianidades, invita a tener una actitud dialogante con el otro, a fin de derribar muros, encontrar y sanar heridas, establecer rituales que son el abono para que se fortalezca la convivencia, ver al otro más allá de la obviedad, siempre con nuevos ojos, y desenredar la madeja que supone el intercambio de dos existencias que se aman.
Dos que se juntan para armar los rompecabezas que traemos por dentro, pareja para construirnos en el día a día, pareja para habitar de mejor manera el universo.
Desde los comienzos mismos de la humanidad ya el hombre miraba a las alturas buscando, más allá de sí mismo, una presencia que lo alentara y protegiera de todo mal.
Cada cultura acondicionada por las circunstancias particulares de donde nació y se desarrolló fue tejiendo una serie de intermediarios que los pusieran en contacto con el Ser Supremo.
De hecho, es dentro de ese fenómeno humano, tan intrínseco al hombre, que el cristianismo propone al hombre y a la mujer de hoy y de siempre una respuesta contundente y definitiva: “Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar. Por consiguiente, es el hombre, pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia .y voluntad...” (Gaudium et spes [GS 3]).
He aquí la función propia de la Iglesia de Cristo. Es deber permanente de la Iglesia estructurar a fondo los signos de la época e interpretar a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas.
Es dentro de esa misión evangelizadora que podemos enmarcar este trabajo del presbítero cubano Raúl Rodríguez Dago. El padre Raúl, estudioso de los llamados cultos sincréticos, o religiones populares, pone a consideración del lector esta obra que desde una perspectiva católica penetra en el mundo de estas prácticas arraigadas en Cuba y en otros países de América.
