Montes Zibrina sospecha que su mujer es adúltera y maquina su asesinato. Desde la cárcel reconstruye sus celos y llega a la conclusión de que ella fue inocente.
Amores de Invierno tiene el tremendo acierto de que, sin apenas darte cuenta, acabas sin saber a qué atenerte, dudoso tú también, tejiendo y destejiendo, partícipe a la postre de esa maldita condición que son los celos".
Martín Vigil en el prólogo.
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