Ana Karénina (ruso: Áнна Карéнина, Anna Karénina) es una novela del escritor ruso León Tolstói publicada por primera vez en 1877. Había empezado a aparecer como folletín en la revista Ruskii Véstnik (El mensajero ruso), entre enero de 1875 y abril de 1877, pero su publicación no llegó a concluirse a causa del desacuerdo de Tolstói con su editor, Mijaíl Katkov, sobre el final de la novela. Por lo tanto, la primera edición completa del texto apareció en forma de libro en 1877.
La novela está considerada una de las obras cumbres del realismo. Para Tolstói, Ana Karénina fue su primera verdadera novela. La apariencia física del personaje que da nombre a la obra parece estar inspirada en Maria Hartung (1832–1919), la primogénita del poeta ruso Aleksandr Pushkin.1 Poco después de conocerla en una cena, Tolstói comenzó a leer la prosa de Pushkin y tuvo un efímero sueño con «un aristocrático codo desnudo», que probó ser el primer acercamiento al personaje de Anna.
Aunque muchos críticos calificaron la obra en el momento de su publicación como un «romance de alta sociedad», Fiódor Dostoyevski declaró que era una «obra de arte». Vladímir Nabókov secundó esta opinión, admirando sobre todo la «magia del estilo de Tolstói» y la figura del tren, que se introduce ya en los primeros capítulos (los niños jugando con un tren de juguete), desarrollada en capítulos siguientes (la pesadilla de Anna) hasta llegar al majestuoso final.
La novela está considerada una de las obras cumbres del realismo. Para Tolstói, Ana Karénina fue su primera verdadera novela. La apariencia física del personaje que da nombre a la obra parece estar inspirada en Maria Hartung (1832–1919), la primogénita del poeta ruso Aleksandr Pushkin.1 Poco después de conocerla en una cena, Tolstói comenzó a leer la prosa de Pushkin y tuvo un efímero sueño con «un aristocrático codo desnudo», que probó ser el primer acercamiento al personaje de Anna.
Aunque muchos críticos calificaron la obra en el momento de su publicación como un «romance de alta sociedad», Fiódor Dostoyevski declaró que era una «obra de arte». Vladímir Nabókov secundó esta opinión, admirando sobre todo la «magia del estilo de Tolstói» y la figura del tren, que se introduce ya en los primeros capítulos (los niños jugando con un tren de juguete), desarrollada en capítulos siguientes (la pesadilla de Anna) hasta llegar al majestuoso final.