Tal vez no fuera la manera más correcta de intercambiar regalos, pero desde siempre nos hemos acostumbrado mis hermanos y yo a dárnoslos después de veinticuatro horas de nuestros cumpleaños. Es una tradición muy antigua que se remonta al primer Anderson nacido en el seno de una misteriosa familia afincada en el Norte de Europa. Mi tatarabuelo el primer noble nacido en estas tierras inculcó a todos sus descendientes a cumplir tan singular tradición. Mi bisabuelo hizo lo mismo que mi abuelo y hasta mi propio padre Neck Anderson propietario y heredero de todas las tierras circundantes a las afueras del pueblo, dominando en nuestro castillo medieval y reformado a través de los siglos que ha pertenecido a la familia sigue haciéndolo desde tiempos inmemoriales.
Hoy espero con unas ganas tremendas la sorpresa que todos con su afán de consolarme tras la pérdida de mi adorada madre me arranque una sonrisa y me permita por unos instantes olvidar la desolación por la que sufre mi alma por su muerte tan prematura e injustificada.
Comenzó una mañana muy oscura, las nubes tapaban cualquier atisbo de rayo de sol. El aire atormentaba con su furia las ventanas y rugía como si fuera a destruir el castillo piedra a piedra. Yo me encontraba arrebujada bajo las mantas y la hermosa colcha que con tanto esmero mi madre había tejido a ganchillo con sus primorosas manos. Me encantaba su tacto y el color rosa pálido tan suave con sus formas de sencillos ramos de flores entretejidos con unas ramitas de un tono verde musgo que hacían contrastar la mezcla hipnotizándote de la belleza inconmensurable de tan bella obra de arte.
Hoy espero con unas ganas tremendas la sorpresa que todos con su afán de consolarme tras la pérdida de mi adorada madre me arranque una sonrisa y me permita por unos instantes olvidar la desolación por la que sufre mi alma por su muerte tan prematura e injustificada.
Comenzó una mañana muy oscura, las nubes tapaban cualquier atisbo de rayo de sol. El aire atormentaba con su furia las ventanas y rugía como si fuera a destruir el castillo piedra a piedra. Yo me encontraba arrebujada bajo las mantas y la hermosa colcha que con tanto esmero mi madre había tejido a ganchillo con sus primorosas manos. Me encantaba su tacto y el color rosa pálido tan suave con sus formas de sencillos ramos de flores entretejidos con unas ramitas de un tono verde musgo que hacían contrastar la mezcla hipnotizándote de la belleza inconmensurable de tan bella obra de arte.