A partir del interés que en el momento actual suscitan los fenómenos religiosos, la intención primera de la Antropología de la religión es ofrecer a un público amplio una introducción asequible y, al mismo tiempo, bien fundamentada y crítica al estudio de los mismos.
La discusión en torno a los aspectos metodológicos e ideológicos de la problemática ocupa un lugar importante en esta obra. Los numerosos avatares que, desde el siglo XIX, han experimentado los estudios científicos de la religión constituyen una de las aventuras intelectuales más características de la modernidad occidental. En el ambiente evolucionista de aquel tiempo ("darwinismo social"), la fundación de cátedras laicas para el estudio de las religiones fue uno de los puntos calientes que expresaba el contencioso político, cultural y social entre el estudio científico y el teológico de los fenómenos religiosos. De alguna manera, la llamada "querella anticristiana" se polarizó en torno a esta cuestión, cuyos protagonistas fueron, por un lado, las iglesias y, por el otro, el estado liberal. Afortunadamente y por lo general, ese estado de cosas ha sido superado y, en la actualidad, tanto desde la ciencia como desde la teología, se afirma la necesidad del estudio cultural, político y social de los fenómenos religiosos.
A lo largo y ancho del texto, el autor mantiene la opinión que la religión constituye una parte irrenunciable de cualquier tipo de praxis antropológica, que expresamente no se someta a una reducción injustificable y, al propio tiempo, sumamente nociva de los planteamientos de esta disciplina. En los nueve capítulos de que consta el escrito, Duch, después de esbozar brevemente los antecedentes históricos del estudio no teológico de la religión, traza a grandes rasgos algunos de los elementos más significativos de las diferentes propuestas que se han hecho para aproximarse a los variopintos universos religiosos.
La discusión en torno a los aspectos metodológicos e ideológicos de la problemática ocupa un lugar importante en esta obra. Los numerosos avatares que, desde el siglo XIX, han experimentado los estudios científicos de la religión constituyen una de las aventuras intelectuales más características de la modernidad occidental. En el ambiente evolucionista de aquel tiempo ("darwinismo social"), la fundación de cátedras laicas para el estudio de las religiones fue uno de los puntos calientes que expresaba el contencioso político, cultural y social entre el estudio científico y el teológico de los fenómenos religiosos. De alguna manera, la llamada "querella anticristiana" se polarizó en torno a esta cuestión, cuyos protagonistas fueron, por un lado, las iglesias y, por el otro, el estado liberal. Afortunadamente y por lo general, ese estado de cosas ha sido superado y, en la actualidad, tanto desde la ciencia como desde la teología, se afirma la necesidad del estudio cultural, político y social de los fenómenos religiosos.
A lo largo y ancho del texto, el autor mantiene la opinión que la religión constituye una parte irrenunciable de cualquier tipo de praxis antropológica, que expresamente no se someta a una reducción injustificable y, al propio tiempo, sumamente nociva de los planteamientos de esta disciplina. En los nueve capítulos de que consta el escrito, Duch, después de esbozar brevemente los antecedentes históricos del estudio no teológico de la religión, traza a grandes rasgos algunos de los elementos más significativos de las diferentes propuestas que se han hecho para aproximarse a los variopintos universos religiosos.