EL AUTOR, CLAUDIO DE CASTRO, UN CONOCIDO ESCRITOR CATÓLICO, escribió este hermoso libro a petición de su pequeño hijo. Es un libro recomendado de auto superación para TODA LA FAMILIA, #UN PEQUEÑO TESORO DE ESPIRITUALIDAD#
Este libro, que tienes en tus manos, se lo prometí a mi hijo Luis Felipe de 10 años. Estábamos en Boquete, una ciudad al oeste de Panamá, pasando una semana de vacaciones. Fueron días estupendos que disfruté en grande.
Solía despertarme con el frío intenso de la mañana a las 5:30 am para rezar el Rosario. A las 6 am salía a caminar por los alrededores del hotel, un área montañosa, escuchando a los pajarillos, sobre todo a un pájaro carpintero que martilleaba un tronco seco.
Solía dar mis pasos reflexionando, hablando con Dios. Luego a las 7 am me iba al pueblo en auto y participaba de la Misa diaria. A las 8 am regresaba al hotel y desayunaba con Vida y Luis Felipe. El resto del día lo aprovechábamos paseando.
Una de esas noches, cuando íbamos a dormir, Luis Felipe me abraza y me sugiere: “Papá, ¿por qué no escribes un libro que se titule: Las pequeñas cosas que nos dan Felicidad?” Lo miré sorprendido. “Y, ¿de dónde has sacado esa idea?” “Es que esta mañana, mientras me comía un helado, me sentía feliz. Pensé que para ser feliz sólo necesitamos pequeñas cosas, como ese helado”.
Me dejó atónito por esa lógica tan sencilla y profunda. Pensé en ello y me di cuenta que tenía razón. La mitad de las cosas que poseemos, no las necesitamos. Las tenemos por creerlas importantes.
Al final, lo que realmente nos hace felices es tan poco que podríamos guardarlo en la palma de la mano o en nuestro corazón.
Me encantó la idea y le prometí que escribía su libro.
Este libro, que tienes en tus manos, se lo prometí a mi hijo Luis Felipe de 10 años. Estábamos en Boquete, una ciudad al oeste de Panamá, pasando una semana de vacaciones. Fueron días estupendos que disfruté en grande.
Solía despertarme con el frío intenso de la mañana a las 5:30 am para rezar el Rosario. A las 6 am salía a caminar por los alrededores del hotel, un área montañosa, escuchando a los pajarillos, sobre todo a un pájaro carpintero que martilleaba un tronco seco.
Solía dar mis pasos reflexionando, hablando con Dios. Luego a las 7 am me iba al pueblo en auto y participaba de la Misa diaria. A las 8 am regresaba al hotel y desayunaba con Vida y Luis Felipe. El resto del día lo aprovechábamos paseando.
Una de esas noches, cuando íbamos a dormir, Luis Felipe me abraza y me sugiere: “Papá, ¿por qué no escribes un libro que se titule: Las pequeñas cosas que nos dan Felicidad?” Lo miré sorprendido. “Y, ¿de dónde has sacado esa idea?” “Es que esta mañana, mientras me comía un helado, me sentía feliz. Pensé que para ser feliz sólo necesitamos pequeñas cosas, como ese helado”.
Me dejó atónito por esa lógica tan sencilla y profunda. Pensé en ello y me di cuenta que tenía razón. La mitad de las cosas que poseemos, no las necesitamos. Las tenemos por creerlas importantes.
Al final, lo que realmente nos hace felices es tan poco que podríamos guardarlo en la palma de la mano o en nuestro corazón.
Me encantó la idea y le prometí que escribía su libro.