Hablar bien en público es una capacidad que se puede cultivar, y casi cualquier persona con el adiestramiento adecuado puede hacer un buen papel en este terreno. Por supuesto hay gentes que «nacen», como existen personas de constitución atlética, Hércules sin esfuerzo; pero todos hemos conocido a algún amigo de apariencia más bien frágil que se empeñó en convertirse en un sansón y que con tenacidad se transforma en un forzudo. La posibilidad de expresarse efi cazmente en público está al alcance de cualquiera. Y hablamos de expresarse eficazmente, no de ser «un gran orador». Pero los grandes oradores están pasados de moda; en la apresurada vida actual casi nadie tiene tiempo de escucharlos. Buscamos pues la oratoria eficaz… Y para eso necesitamos dos cosas que se combinan: dar una impresión favorable y hacer sugerentes las ideas. Cautivar y convencer, lo demás son músicas celestiales.
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