El mar y el agua en general han sido protagonistas de la historia planetaria, y han marcado su influencia en todas las formas de vida conocidas. Para el Homo sapiens ha sido vital este recurso no solo como parte de su subsistencia biológica sino para su difusión cultural. El hombre y el agua han tenido una relación tan estrecha que podríamos llamarlo AQUAMAN. La mayoría de las grandes civilizaciones han sido forjadas contando con el mar, los ríos, ciénagas, deltas y estuarios, como ecosistemas vecinos, en donde han encontrado los recursos y los medios para desarrollarse. La disponibilidad de aguas marinas para la comunicación y del agua dulce o continental para la agricultura o el consumo, han sido la combinación fundamental para la formación y expansión de las civilizaciones. Muchas de las grandes civilizaciones que se han forjado en la historia de la humanidad, desaparecieron o se trasladaron por el agotamiento de los cuerpos de agua y por ende de los cultivos y de los alimentos que sustentaban a dichas poblaciones humanas. Por más aislado que pretenda estar el ser humano del entorno natural, siempre la naturaleza se encarga de integrarlo a los efectos compartidos del sistema planetario vital. Por esta razón la especie ha tenido que adaptarse a innumerables entornos y ambientes que han marcado sus costumbres y su cultura. Las numerosas estrategias adaptativas de los seres humanos al entorno se ven reflejadas en las mismas expresiones culturales. Muchas se han establecido en grandes centros urbanos y la tendencia es cada vez una mayor cantidad de población concentrada en las urbes donde las culturas campesinas y rurales se han integrado a los grandes conglomerados urbanos formando parte de subculturas más o menos definidas. Pero a lo largo y ancho de las costas del planeta, y riberas de cuerpos de agua dulce, incluyendo las zonas insulares, se encuentran esparcidas muchas comunidades humanas que aún no forman parte directa del conglomerado urbano. Estas comunidades conservan mecanismos que les han permitido adaptarse a estos entornos, por lo general localizados en lugares apartados o en zonas de difícil acceso para el resto de la humanidad. Sus costumbres aún conservan parte del patrimonio cultural de sus ancestros. Estas costumbres toman un importante valor en los actuales momentos en que se presentan inundaciones por lluvias, marejadas, desbordamiento de ríos, ascenso del nivel del mar, generalizados en todo el planeta. Mientras unas zonas del planeta se resecan, arden y desertifican, las otras se inundan y son golpeadas por el embate de las aguas. Irónicamente aquellas culturas que se adaptaron a zonas de inundación y al manejo del agua, han venido desapareciendo. Lo peor parece estar por venir, contradictoriamente, mientras más se aleja la humanidad de las adaptaciones acuáticas, más se acercan sus asentamientos urbanos a los grandes ecosistemas costeros y acuáticos.
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