"Por cada 8.500 niños que mueren al día en el mundo por desnutrición, diez son argentinos. ¿Cambia en algo que los sean? Nada. Es la misma tragedia. O quizás para vos no, y ahora te parece escuchar el último aliento de alguno de ellos. Están cerca, no sé si tanto, pero si a minutos. Igualmente, tus preguntas no impiden sus muertes. Tu compromiso, puede que sí.
Hace 23 años me propuse erradicar la desnutrición en Argentina, comenzando por Mendoza, para luego extenderme en el resto de América Latina. Lo dije entonces y lo digo hoy: yo no peleo contra un síntoma, a mí no me asusta el hambre. El mío y el de los que integran la Familia CONIN, es un combate arduo y tenaz. Se renueva con cada madre embarazada y sólo contamos con 1000 días para que cada uno de sus hijos alcance su verdadero potencial genético.
En 16 mil ocasiones lo logramos. Es mucho, aunque no bastó. No siempre pudimos encontrarlos.
Un niño que fallece por este flagelo, ha sido asesinado por la indiferencia. Como así también, un desnutrido no recuperado, lo será para toda su vida. No es un problema de edad, es una cuestión de tiempo. Lo que no se hizo en su primera infancia, se reflejará en su limitado y atrofiado cerebro. Su discapacidad será invisible para los demás. Ese el horror, la herencia y el drama oculto de esta patología social originada en la extrema miseria.
En 24 horas, en esta tierra bendita, nacerán más 600 bebés en condición de pobreza. ¿Qué harás?
Este libro habla de los que salvamos, de los que no pudimos, de lo que haremos, de lo que juntos podemos hacer".
Hace 23 años me propuse erradicar la desnutrición en Argentina, comenzando por Mendoza, para luego extenderme en el resto de América Latina. Lo dije entonces y lo digo hoy: yo no peleo contra un síntoma, a mí no me asusta el hambre. El mío y el de los que integran la Familia CONIN, es un combate arduo y tenaz. Se renueva con cada madre embarazada y sólo contamos con 1000 días para que cada uno de sus hijos alcance su verdadero potencial genético.
En 16 mil ocasiones lo logramos. Es mucho, aunque no bastó. No siempre pudimos encontrarlos.
Un niño que fallece por este flagelo, ha sido asesinado por la indiferencia. Como así también, un desnutrido no recuperado, lo será para toda su vida. No es un problema de edad, es una cuestión de tiempo. Lo que no se hizo en su primera infancia, se reflejará en su limitado y atrofiado cerebro. Su discapacidad será invisible para los demás. Ese el horror, la herencia y el drama oculto de esta patología social originada en la extrema miseria.
En 24 horas, en esta tierra bendita, nacerán más 600 bebés en condición de pobreza. ¿Qué harás?
Este libro habla de los que salvamos, de los que no pudimos, de lo que haremos, de lo que juntos podemos hacer".