Era un plácido día de primavera del año 699 del origen de los celtas (151 a.C.) en el populoso castro o briga de Pintia. Era una de las brigas importantes del país de los vakzeos o vacceos, unos celtas descendientes de los belóvakos que invadieron la meseta norte de la Península Ibérica 4 siglos atrás aunque absorbieron buena parte de la cultura preexistente cuyo epicentro era la briga de Tela. Aquel día la gente estaba tranquila escardando con azuelas los campos para que el trigo creciera fuerte libre de malas hierbas. Se había alcanzado al fin la paz entre el cónsul de la Hispania Citerior Marco Claudio Marcelo y el rex de celtiberos, el arévako Litenón en la que todos los celtiberos se ponían voluntariamente en manos romanas a cambio de unos rehenes que luego el cónsul dejo libres. Pero los hombres de más edad de Pintia, que formaban parte del Senado de la briga, veían con desconfianza la sustitución del cónsul por Lucio Licinio Lúculo, pues estaban acostumbrados a que los romanos “cambiaran de opinión” y traicionaran juramentos que para ellos eran sagrados.
A las pocas semanas de que Lucio Licinio Lúculo tomó posesión de su cargo, llegó a Pintia un grupo de personas procedentes de la briga de Kauka y a la cabeza uno que quería hablar con los senadores pincianos. Cobraron vida los peores temores.
Desde entonces este pueblo vivirá un gran número de sucesos a los que sabrán sobreponerse y que influirán en el futuro de la historia.
A las pocas semanas de que Lucio Licinio Lúculo tomó posesión de su cargo, llegó a Pintia un grupo de personas procedentes de la briga de Kauka y a la cabeza uno que quería hablar con los senadores pincianos. Cobraron vida los peores temores.
Desde entonces este pueblo vivirá un gran número de sucesos a los que sabrán sobreponerse y que influirán en el futuro de la historia.