Roma nos hace viajar en su memoria por gran parte de la cultura occidental. Sus ?recuerdos? abarcan desde el nacimiento mítico hasta anteayer, del café a la pasta, de César a Mussolini o Berlusconi y de Miguel ?ngel a Velázquez.Roma, transformada en una cicerone privada, te habla desde plazas, palacios, escaleras o colinas; pasea por lugares donde la historia se grapa a a la topografía de la ciudad antigua y viva mejor conservada del mundo. Nos lleva por el Capitolio, a la muralla de la plaza del Popolo, por el interior de una iglesia que no visitan los turistas o junto a la fuente que más visitan. Habla del agua y del pan, de sí misma y de nosotros, porque hay algo de romano en el ejecutivo japonés que se casa en el hotel Caesar de Las Vegas, y mucho más de lo que creemos en los que compartimos educación occidental y pasados comunes de cooperación y matanza. Roma concluiría: estos sois y de mí venís.
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