de convenir en que bajo cierto concepto no dejaria de ser exacta ia comparacion; porqne à la manera que lós dos hé-roes del pugilato hacen circular, despues de la lucha^ un sombrero para recoger de la generosidad de los espectadores los medios ó recursos con que ir à divertirse juntos, asi Godofredo Mickleby y su cara mitad, una vez pasada la iu-na de miel, echaron à su alrededor una mirada solicita para ver lo que ei mundo les podia ofrecer y ellos afiadir à sus recursos, como quiera que las rentas de Godofredo apenas liegaban à dos mil francos.
{OhDiosl icuànta gente hay sobre la tierral Especial-mente en Londrep, donde Godofredo à la sazon residia, no puede quejarse nadie de falta de poblacion; però no podria decirse cuànto tiempo se mira y remira esta multitud, sin encontrar la cara de un amigo. Parece increïble, però es la verdad, y M» Nickleby hizo esta triste experiència.
En efecto, por mas que miro, y miro basta cansa r sus ojos y afligir su corazon, no pudo descubrir ningun amigo; y cuando fatigado de buscar llevo la mirada à su interior, no encontró allí ^tampocò gran consuelo. El pintor que^ba fijado mucbo ia vista en esplèndides {colores, tiene el re-curso de templar la turbacion de sus ojos miran4o iaego tii^tas mas ó menos sombrias; però para H, Nickleby todos los objetos que se ofrecian à sú vista, eran de un color tan lúgubre que à trueque de ballar un contraste hubiera que-rido deslumbrarse.
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{OhDiosl icuànta gente hay sobre la tierral Especial-mente en Londrep, donde Godofredo à la sazon residia, no puede quejarse nadie de falta de poblacion; però no podria decirse cuànto tiempo se mira y remira esta multitud, sin encontrar la cara de un amigo. Parece increïble, però es la verdad, y M» Nickleby hizo esta triste experiència.
En efecto, por mas que miro, y miro basta cansa r sus ojos y afligir su corazon, no pudo descubrir ningun amigo; y cuando fatigado de buscar llevo la mirada à su interior, no encontró allí ^tampocò gran consuelo. El pintor que^ba fijado mucbo ia vista en esplèndides {colores, tiene el re-curso de templar la turbacion de sus ojos miran4o iaego tii^tas mas ó menos sombrias; però para H, Nickleby todos los objetos que se ofrecian à sú vista, eran de un color tan lúgubre que à trueque de ballar un contraste hubiera que-rido deslumbrarse.
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