El sultán del Imperio Otomano la solicitaba a su lado en los banquetes. Napoleón la hizo camarera de Josefina. Sus amigos fueron Talleyrand, Madame de Staël, Chateaubriand, Lafayette, y el duque de Wellington, con la que jugaba de pequeña. Fue testigo de primera mano de la desaparición de la monarquía francesa, la ola de la Revolución y el Terror, y el surgimiento y la caída precipitada de Napoleón. Vivió como emigrante durante dos años en una granja en Albany, en uno Estados Unidos recién independizado. Lucie fue una mujer de inteligencia aguda, en una época turbulenta y dominada por los hombres. Vio, escuchó, analizó y lo escribió todo, mezclando política e intriga judicial, observación social y vida cotidiana, creando así una fascinante crónica de su época.
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