Miguel Alvarado Natali nos muestra la arquitectura poética de este viejo y tradicional sector de Santiago. Canta y describe con vibrante ritmo la presencia y entorno de un barrio que nació para exaltar la legendaria figura del roto chileno. Son notables los elogios que hace del barrio Yungay, con sus casas agrietadas, la pobreza y el deterioro de sus calles: «barrio, viejo barrio, estirado en calles de adoquines de adobes centenarios, de plazas de héroes donde se cobijan harapientos seres».
El poeta es fiel a su compromiso, a la transparencia de ser testigo de su entorno y de la dura realidad. Estas certeras imágenes son un claro testimonio de protesta y de nostalgia. Miguel Alvarado ha sabido recoger con lograda poesía un claro retrato del Barrio Yungay: «Mi barrio es milagroso, no se inunda, pero es añoso y como es añoso, las autoridades quieren quitarle sus canas destruyendo adobes centenarios y otra vez lo monetario vuelve a ganarle al pasado». Desgraciadamente.
El poeta es fiel a su compromiso, a la transparencia de ser testigo de su entorno y de la dura realidad. Estas certeras imágenes son un claro testimonio de protesta y de nostalgia. Miguel Alvarado ha sabido recoger con lograda poesía un claro retrato del Barrio Yungay: «Mi barrio es milagroso, no se inunda, pero es añoso y como es añoso, las autoridades quieren quitarle sus canas destruyendo adobes centenarios y otra vez lo monetario vuelve a ganarle al pasado». Desgraciadamente.