Libro de ficción. Imaginaciones basadas en realidades de oídas. A finales del siglo XX en Bogotá (7 millones de habitantes), capital de Colombia, un hombre cercano a los 40 de edad, máster en filosofía y profesor universitario, propone a una de sus alumnas, su compañera sentimental, leer unos viejos manuscritos que posee, obra de sus antepasados: tatarabuelo, bisabuelo, abuelo y padre, cuadernos escolares garrapateados con plumas estilográficas. Resuelven comenzar la lectura en orden cronológico por los cuadernos del tatarabuelo Ramón Román. Ramón habría nacido en 1850, hijo de la joven, humilde y valiente bogotana Ramona Román y de un germano que pasó por la ciudad. Ramón no conoció a su padre y quedó huérfano de madre a los 4 años de edad. Lo criaron en un convento monjas que le enseñaron varios prácticos oficios: jardinería, albañilería, carpintería, latonería, talabartería, cerrajería y, obvio, a leer, escribir y las 4 operaciones. Adolescente de bella estampa, las monjas lo sacaron del convento y lo vincularon a la sastrería donde trabajó su madre. Ahí aprendió también este oficio, pero vino la guerra civil de 1876 y se alistó. En el resto del siglo participará en otras dos guerras civiles. De todas salió herido y las tres cambiaron su vida. A los 60 de edad resuelve Ramón rememorar por escrito sus vivencias. Ese será el primer manuscrito que leen el profesor y su compañera. Sin embargo, la novela se inicia con un prefacio que habría escrito Gustavo Román, el profesor lector, donde el autor buscó sintetizar la breve vida de Ramona, madre de Ramón, matriz del asunto.
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