El proyecto nació cuando Omer Bartov, ya profesor de prestigio, comenzó a interrogar a su familia israelí sobre sus orígenes europeos. Las respuestas lo condujeron a una larga exploración de los lugares y los archivos, los paisajes y los libros, los monumentos y los recuerdos del capítulo más brutal en la historia del siglo XX. El genocidio perpetrado por los nazis y sus cómplices locales no fue en Ucrania una metódica actividad industrial, sino una interminable sucesión de matanzas artesanales, casi íntimas, sin duda demasiado humanas. Y algunos se beneficiaron de ellas política o económicamente. Los ecos de lo ocurrido entonces llegan hasta hoy como pequeñas claves que nos ayudan a entender el presente. No fueron borrados del todo: buscan lectores atentos que quieran escucharlos.
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