Me gano la vida cometiendo errores, es decir, haciendo textos. El verbo texere, en latín, significa tejer. Escribir es eso: garrapatear una frase, borrarla, garrapatearla otra vez, tejerla con la siguiente, construir el sentido palabra a palabra. En cada línea fallo, en cada línea tengo una nueva oportunidad. Los errores nos retan y nos ayudan a sostener la búsqueda. A veces el esfuerzo es insuficiente para enmendar el error. He aprendido también a bailármelo. Aparte de los yerros involuntarios derivados de mi torpeza, están los perpetrados a conciencia. Siempre he creído, por ejemplo, que es muy estúpido huir del amor para ahorrarse una estupidez. Así que cuando Cupido me apunta con su flecha le ofrezco el pecho, a sabiendas de que podría matarme. Después veré cómo diablos resucito. Si es imposible corregirlo, nos queda la opción de convertirlo, por lo menos, en un asunto bailable.
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