Amanda desapareció el último día del campamento. Un año después, Jonás, el nuevo coordinador de las colonias, intenta hacer olvidar la tragedia. Para ello, propone a los monitores realizar antes que los niños la salida nocturna que tienen programada. No quiere dejar nada a la improvisación.
Irá Hugo, un chico pesimista, borde y medio alcohólico.
Irá Medea, una bisexual de familia acomodada.
Irá Leyre, una rockera exuberante.
Irá Helena, la monitora en prácticas: tímida, insegura y preciosa.
Irá Allan, un aspirante a bibliotecario lector de Auster.
Víctor, el único que se queda en tierra, dice en el último momento que se ha puesto malo.
Brea narra, desde el punto de vista de todos ellos, el desastre en el que pronto se convertirá la salida. Por un lado, seis adolescentes que apenas se conocen vivirán con intensidad su juventud. Por el otro, lo que al principio es un paseo sencillo por la montaña minera leonesa, pronto se convertirá en una pesadilla en la que nada tendrá sentido. Sufrirán a animales violentos, se quedarán encerrados en una cueva habitada, serán perseguidos y desaparecerán.
Brea, el alquitrán que acompañará buena parte de la novela a los protagonistas, es el tercer esfuerzo literario de Alberto González, que ya recibió alabanzas presentando por toda España El amargo despertar, un drama postapocalíptico, y No serás nadie, una distopía con sede en Madrid. En Brea vuelve a jugar con los lectores, esta vez apoyado en sus miedos más primarios y en el bello horror de nombre adolescencia.