Este libro traza una imagen ficticia de la terrible situación que vivieron los habitantes de un país llamado Puerto Esperanza, a falta del agua. Era un país que dependía de la hidroelectricidad. Es una ficción que busca alertar sobre «la responsabilidad de cuidar el agua, como el bien más preciado de la humanidad» Se trata de una larga sequía que azotó al país, afectando la salud física y psíquica de los habitantes, quienes fueron llevados a campamentos o refugios, en principio, para ser mejor atendidos; pero la sequía continuó implacable, dejando al país en la más profunda desolación. Igualmente, se vieron afectados los animales, las plantas, la tecnología, la economía y la educación.
La deshidratación, el dengue hemorrágico, el cólera, infecciones respiratorias agudas (IRA) complicadas con neumonía, aumento de dificultad respiratoria, hipotermia, ausencia de fluidificantes, cianosis peribucal y distal, mordida de ratas, el hacinamiento, la falta de líquidos, diarreas y vómitos, erupciones cutáneas severas (sarna), niños con ojos enrojecidos, secreción nasal y dolor de garganta, entre otras enfermedades, acabaron con la vida de hombres, mujeres y niños.
Los sobrevivientes debieron recurrir a sus más primitivos instintos humanos para poder subsistir en un espacio sin agua, donde reinaba el caos y el desorden. Cientos de habitantes deambulaban por todos lados en busca del vital líquido. Entraron en un estado donde dominaba la desesperación de una sociedad que en aquellos momentos no sabía qué hacer ni cómo resolver.
Se pretende que el lector conozca una experiencia imaginativa, en un punto donde se cruzan literatura e imaginación. La crítica situación que obliga a parar, cerrar los ojos y ver desde el fondo del alma, recuperar la lucidez y rescatar la cordura, poner en práctica la imaginación al proponer alternativas de solución para el país, aprender de la convivencia y ser mejores personas. Se intenta describir el comportamiento humano en las condiciones más extremas, haciéndonos dudar si realmente somos tan civilizados como creemos.
Los habitantes, en su intento por sobrevivir, descubrieron que siempre es posible tener esperanzas y creer en los demás, en su bondad, que fluye desde lo más profundo de sus almas. A partir de ese momento se abrieron nuevos horizontes. Se plantean otras alternativas para sobrevivir. Aprendieron a compartir desde una gota de agua, los alimentos, las medicinas, hasta el espacio donde dormían; no hubo lugar para la mezquindad, el egoísmo, el individualismo, la ingratitud, la desunión ó el aislamiento, afloraron los más puros sentimientos que todo ser humano lleva en el fondo de su ser. Todos debieron apoyarse, trabajar muy juntos para lograr salir de esa situación que los aprisionaba. Algunos murieron intentando comprender ¿Por qué se encontraban en aquella pesadilla?
Grupos aislados y desesperados creyeron, que tal vez la naturaleza les estaba dando una lección de vida, para enseñarles que el hombre no debe ser tan ambicioso en querer acumular riquezas materiales sin importarle el daño que puedan causarle al resto de la humanidad, es por eso que en un momento llegan a creer que la sequía es un castigo de la naturaleza por haberla perjudicado constantemente.
Otros grupos aprendieron mucho de aquella terrible sequía. Sus vidas y costumbres cambiaron. Dejaron en el olvido aquellos signos de comodidad que el hombre nunca aprenderá a manejar sin sentirse egocentrista y poderoso. Tarde llegó el arrepentimiento, las lentas lágrimas rodaron por las mejillas de ancianos, mujeres y niños, ricos y pobres, negros y blancos. Pero lo más importante, fue que quedó el agradecimiento sincero de una población al decir: “Gracias Dios por darnos una nueva oportunidad”
La deshidratación, el dengue hemorrágico, el cólera, infecciones respiratorias agudas (IRA) complicadas con neumonía, aumento de dificultad respiratoria, hipotermia, ausencia de fluidificantes, cianosis peribucal y distal, mordida de ratas, el hacinamiento, la falta de líquidos, diarreas y vómitos, erupciones cutáneas severas (sarna), niños con ojos enrojecidos, secreción nasal y dolor de garganta, entre otras enfermedades, acabaron con la vida de hombres, mujeres y niños.
Los sobrevivientes debieron recurrir a sus más primitivos instintos humanos para poder subsistir en un espacio sin agua, donde reinaba el caos y el desorden. Cientos de habitantes deambulaban por todos lados en busca del vital líquido. Entraron en un estado donde dominaba la desesperación de una sociedad que en aquellos momentos no sabía qué hacer ni cómo resolver.
Se pretende que el lector conozca una experiencia imaginativa, en un punto donde se cruzan literatura e imaginación. La crítica situación que obliga a parar, cerrar los ojos y ver desde el fondo del alma, recuperar la lucidez y rescatar la cordura, poner en práctica la imaginación al proponer alternativas de solución para el país, aprender de la convivencia y ser mejores personas. Se intenta describir el comportamiento humano en las condiciones más extremas, haciéndonos dudar si realmente somos tan civilizados como creemos.
Los habitantes, en su intento por sobrevivir, descubrieron que siempre es posible tener esperanzas y creer en los demás, en su bondad, que fluye desde lo más profundo de sus almas. A partir de ese momento se abrieron nuevos horizontes. Se plantean otras alternativas para sobrevivir. Aprendieron a compartir desde una gota de agua, los alimentos, las medicinas, hasta el espacio donde dormían; no hubo lugar para la mezquindad, el egoísmo, el individualismo, la ingratitud, la desunión ó el aislamiento, afloraron los más puros sentimientos que todo ser humano lleva en el fondo de su ser. Todos debieron apoyarse, trabajar muy juntos para lograr salir de esa situación que los aprisionaba. Algunos murieron intentando comprender ¿Por qué se encontraban en aquella pesadilla?
Grupos aislados y desesperados creyeron, que tal vez la naturaleza les estaba dando una lección de vida, para enseñarles que el hombre no debe ser tan ambicioso en querer acumular riquezas materiales sin importarle el daño que puedan causarle al resto de la humanidad, es por eso que en un momento llegan a creer que la sequía es un castigo de la naturaleza por haberla perjudicado constantemente.
Otros grupos aprendieron mucho de aquella terrible sequía. Sus vidas y costumbres cambiaron. Dejaron en el olvido aquellos signos de comodidad que el hombre nunca aprenderá a manejar sin sentirse egocentrista y poderoso. Tarde llegó el arrepentimiento, las lentas lágrimas rodaron por las mejillas de ancianos, mujeres y niños, ricos y pobres, negros y blancos. Pero lo más importante, fue que quedó el agradecimiento sincero de una población al decir: “Gracias Dios por darnos una nueva oportunidad”