Dentro del fenómeno denominado bullying, la escuela se constituye en el escenario donde desembocan violencias sociales y familiares. En ella, se llegan a inscribir, desde las acciones cruentas que allí se suscitan, las mismas condiciones y posibilidades de asimetría e impunidad. Los niños y niñas víctimas, reiteran la violencia que han sufrido y siguen sufriendo, la reproducen, desplazándose a la posición de agente-activo. La historia de la cultura está hecha de este tipo de procesos. Por víctimas que buscan víctimas para saciar un apetito de venganza, poniendo en juego la sentencia de que no importa quién me la hizo sino quién me la pague. Como si fuera necesario apagar la furia de haberse visto reducido a impotencia. Como la violencia no se entiende o cuando la violencia no entiende, se extiende. Vehiculizamos la violencia sin darnos cuenta, sin advertir que somos un eslabón en su cadena destructiva.
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