«La escritura envolvente de estos cuentos, que por momentos alcanza una
sensualidad perturbadora, va urdiendo una filigrana de objetos
familiares o aun -en apariencia- banales a cuya cercanía uno se entrega
con confianza. Pero solapadamente, casi a contrapelo de esa escritura,
se nos va revelando una realidad incómoda, a veces brutal, en la que -el
lector advertirá con inquietud creciente- todo límite aceptable puede
ser traspuesto.
Creo que en esta tensión ininterrumpida entre lo diurno de la narración
y la oscuridad última de lo narrado reside lo singular -el sello propio-
de este libro fascinante de María Teresa Andruetto. Sus personajes,
concebidos desde lo reconocible y lo mundano, avanzan sin apelación
hacia la crueldad, el desaliento, el fracaso o la muerte.
En cada uno de los cuentos de "Cacería" acecha el zarpazo de "lo que no
queríamos ver". Y sin embargo, como un remanso secreto, en el negativo
de estas historias se puede advertir la piedad de María Teresa
Andruetto, su sabiduría, su convicción de que las leyes feroces que a
veces rigen el comportamiento de la gente podrían, en algún cruce del
camino, ser trasgredidas». Liliana Heker
sensualidad perturbadora, va urdiendo una filigrana de objetos
familiares o aun -en apariencia- banales a cuya cercanía uno se entrega
con confianza. Pero solapadamente, casi a contrapelo de esa escritura,
se nos va revelando una realidad incómoda, a veces brutal, en la que -el
lector advertirá con inquietud creciente- todo límite aceptable puede
ser traspuesto.
Creo que en esta tensión ininterrumpida entre lo diurno de la narración
y la oscuridad última de lo narrado reside lo singular -el sello propio-
de este libro fascinante de María Teresa Andruetto. Sus personajes,
concebidos desde lo reconocible y lo mundano, avanzan sin apelación
hacia la crueldad, el desaliento, el fracaso o la muerte.
En cada uno de los cuentos de "Cacería" acecha el zarpazo de "lo que no
queríamos ver". Y sin embargo, como un remanso secreto, en el negativo
de estas historias se puede advertir la piedad de María Teresa
Andruetto, su sabiduría, su convicción de que las leyes feroces que a
veces rigen el comportamiento de la gente podrían, en algún cruce del
camino, ser trasgredidas». Liliana Heker