Un extracto del comienzo del primer capítulo.
Giro de 180 grados.
Todo sucedió a partir de una visita que hice a la Cd. de Los Mochis, Sinaloa, de la cual soy originaria; visité a mi madre y a mi padre, que para entonces vivían solos y era costumbre obligara regresar a visitarlos cada seis meses, sin embargo en esta ocasión, mi madre rogó de todo corazón que me viniera a vivir a Los Mochis Sin., ó a la Cd. de Hermosillo, ya que unos meses antes había comprado una casa y no había podido venirme.
Mi madre insistía en que ya tenía 17 años radicando en Naucalpan en el Estado de México, y con palabras entrecortadas recordaba sus noches en vela pensando mil cosas ingratas; decía que en esas noches de insomnio le venía mi recuerdo a la mente y no podía pegar las pestañas pensando que me habría sucedido alguna desgracia. Esa vez que la visité dijo varias veces algo pareció a “-Hija mi deseo mayor es que te vengas de México, me preocupas y no quisiera morirme sin que tú te regreses a provincia. Esa condenada ciudad del demonio no me gusta para nadie, menos para ti; sé lo difícil que ha sido tu trayecto y que encontraras alguna tranquilidad en tu vida y un buen trabajo, pero ahora te necesitamos con nosotros, además nos preocupas. Me gustaría que te casaras con un buen hombre que te comprenda y te proteja y que ya no andes rodando como vareta”.
Giro de 180 grados.
Todo sucedió a partir de una visita que hice a la Cd. de Los Mochis, Sinaloa, de la cual soy originaria; visité a mi madre y a mi padre, que para entonces vivían solos y era costumbre obligara regresar a visitarlos cada seis meses, sin embargo en esta ocasión, mi madre rogó de todo corazón que me viniera a vivir a Los Mochis Sin., ó a la Cd. de Hermosillo, ya que unos meses antes había comprado una casa y no había podido venirme.
Mi madre insistía en que ya tenía 17 años radicando en Naucalpan en el Estado de México, y con palabras entrecortadas recordaba sus noches en vela pensando mil cosas ingratas; decía que en esas noches de insomnio le venía mi recuerdo a la mente y no podía pegar las pestañas pensando que me habría sucedido alguna desgracia. Esa vez que la visité dijo varias veces algo pareció a “-Hija mi deseo mayor es que te vengas de México, me preocupas y no quisiera morirme sin que tú te regreses a provincia. Esa condenada ciudad del demonio no me gusta para nadie, menos para ti; sé lo difícil que ha sido tu trayecto y que encontraras alguna tranquilidad en tu vida y un buen trabajo, pero ahora te necesitamos con nosotros, además nos preocupas. Me gustaría que te casaras con un buen hombre que te comprenda y te proteja y que ya no andes rodando como vareta”.