Todo acontecimiento histórico tiene testigos que sirven como acusación. Cuando el testimonio viene acompañado por la fuerza del ojo escrutador que es el grupo; el colectivo se convierte en protagonista y su papel domina todo el escenario de la trama urdida por el desenvolviento de los hechos. El individuo aislado raramente desencadena el movimiento llamado a generar las grandes transformaciones, pero cuando ese individuo logra multiplicar su presencia imprimiento voz multiple a la concentración humana el resultado de su búsqueda es el encuentro con la verdad amplificada por el coro que ha visto desenvolverse los acontecimientos. Ese es el logro excepcional de Alberto Díaz-Díaz en esta narración fuera del tiempo y a la vez insertada en todos lo espacios. La filosofía del autor se reafirma en esta prosa de todos y esta lectura para muchos. Exactamente lo que en literatura se conoce como madurez, en arte permanencia y en el quehacer de cada día, experiencia. No en balde la trágica aventura aquí no se asume con el impacto demoledor del llanto o el debilitante efecto de la lágrima. Cuando un texto funde el humor con la tragedia no necesita ser presentado ni recomendado. Su carácter imprime respeto y su personalidad deferencia. El enjuiciamiento es propio de la frivolidad, el comentario pertenece al universo de la sabiduria. La máxima impone abstenerse de añadidos molestos.
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