El observar ha sido un acto humano en todas las épocas, pero el observarlo todo remite a un modo de mirar, que funda la mirada del poder político estatal. Se puede decir que estas miradas aparecen ceñidas a modos de narrar, a modos de contar. Así, la historia, los mitos y las representaciones del territorio muestran de algún modo la historia de las miradas. Pueden encontrarse de este modo regiones vacías e inexplora das que se llenan con cuadrículas por exploradores, agrimensores y ejércitos; y dan lugar a observar lo que aparece oscuro o incierto, para nombrar, clasificar y articular un imaginario colectivo sobre un territorio. De este modo, junto al surgimiento de las historias nacionales se configura un relato del pasado, una narrativa que se funda en los modos de representar lo socioespacial. El sentido del mapa como logotipo se incorpora a la imaginación, a través de la institución educativa conformando poderosas nociones sobre los límites, las fronteras, los habitantes, las experiencias que se activan en determinadas condiciones que modelan a una comunidad.
Si bien es cierto que estos modos de modelar aluden a las relaciones entre estado, política y educación; no es menos cierto que existe una relación estrecha entre el mapa y el poder que actúa como síntesis de una abstracción de la realidad, y el representar, un recurso delegado a una vocación panóptica.
Los capítulos reunidos en este libro transitan un recorrido que permite revisar estos preceptos, que polemiza sobra las miradas y representaciones construidas; que desplaza las formas concebidas; que rastrea y revisa concepciones y definiciones, para esbozar las profundas implicancias políticas de construir mapas de un modo colectivo.
Desmontar la mirada omnipresente no es tarea fácil, pero en cada capítulo se acopla una pieza que conjuga cuerpos conceptuales, se aventura a combinar metodologías, que articula metáforas y en el mismo momento atraviesa fronteras para armar nuevos mapas; pero también se interroga sobre un nuevo tipo de conocimiento construido con las comunidades, llevado a la práctica para transponer los límites de las disciplinas y fundar nuevos espacios de conocimiento, para construir mapas de realidades vividas.
Los capítulos proponen abrir fisuras conceptuales, a partir de pensar ese «todo» fundado, y advertir que esas categorías del «todo» desbordan la propia realidad social, que no bastan, que son incompletas y que se incompleta en el mismo acto de producir. Se busca en cada práctica cartográfica nuevos modos de completar esas representaciones. Se asume en los textos escritos que existe un tiempo para construir sobre la base de una gramática que habla de una geografía comunitaria, de nuevas exploraciones, de fragmentos, de conflictos, de accesibilidades posibles, de modos de construcción del conocimiento que configuren nuevas miradas y produzcan nuevos mapas.
Desde sus primeras páginas se muestran realidades enimágenes, que tienen formas de mapas, que se asemejan a los mapas, donde se presenta una cartografía social que se organiza alrededor «del espacio vivido«; son mapas de trayectorias de vidas, son mapas de un territorioespacio desconocidos, en síntesis son mapas de lo sensible.
Aparece así, una geografía renovada que dialoga desde el interior de las ciencias sociales como campo conceptual, y que se detiene a pensar el territorio, que se detiene a registrar las dinámicas de lo social, de lo espacial y en ese pliegue a modo de hendidura quedan atrapados en un papel actores y prácticas, para ser descifradas.
Las Cartografías Sociales se presentan como una nueva oportunidad de aplicación de formas de conocimiento y posibilidades de intervención social a nivel local. Reconocen desde su práctica una nueva forma de viajar a territorios inexplorados o poco conocidos.
Si bien es cierto que estos modos de modelar aluden a las relaciones entre estado, política y educación; no es menos cierto que existe una relación estrecha entre el mapa y el poder que actúa como síntesis de una abstracción de la realidad, y el representar, un recurso delegado a una vocación panóptica.
Los capítulos reunidos en este libro transitan un recorrido que permite revisar estos preceptos, que polemiza sobra las miradas y representaciones construidas; que desplaza las formas concebidas; que rastrea y revisa concepciones y definiciones, para esbozar las profundas implicancias políticas de construir mapas de un modo colectivo.
Desmontar la mirada omnipresente no es tarea fácil, pero en cada capítulo se acopla una pieza que conjuga cuerpos conceptuales, se aventura a combinar metodologías, que articula metáforas y en el mismo momento atraviesa fronteras para armar nuevos mapas; pero también se interroga sobre un nuevo tipo de conocimiento construido con las comunidades, llevado a la práctica para transponer los límites de las disciplinas y fundar nuevos espacios de conocimiento, para construir mapas de realidades vividas.
Los capítulos proponen abrir fisuras conceptuales, a partir de pensar ese «todo» fundado, y advertir que esas categorías del «todo» desbordan la propia realidad social, que no bastan, que son incompletas y que se incompleta en el mismo acto de producir. Se busca en cada práctica cartográfica nuevos modos de completar esas representaciones. Se asume en los textos escritos que existe un tiempo para construir sobre la base de una gramática que habla de una geografía comunitaria, de nuevas exploraciones, de fragmentos, de conflictos, de accesibilidades posibles, de modos de construcción del conocimiento que configuren nuevas miradas y produzcan nuevos mapas.
Desde sus primeras páginas se muestran realidades enimágenes, que tienen formas de mapas, que se asemejan a los mapas, donde se presenta una cartografía social que se organiza alrededor «del espacio vivido«; son mapas de trayectorias de vidas, son mapas de un territorioespacio desconocidos, en síntesis son mapas de lo sensible.
Aparece así, una geografía renovada que dialoga desde el interior de las ciencias sociales como campo conceptual, y que se detiene a pensar el territorio, que se detiene a registrar las dinámicas de lo social, de lo espacial y en ese pliegue a modo de hendidura quedan atrapados en un papel actores y prácticas, para ser descifradas.
Las Cartografías Sociales se presentan como una nueva oportunidad de aplicación de formas de conocimiento y posibilidades de intervención social a nivel local. Reconocen desde su práctica una nueva forma de viajar a territorios inexplorados o poco conocidos.