CAPITULO I
-Mariam, ¿has encontrado casa para alquilar?
-Todavía no, Ruth. El caso es que en el periódico de hoy anuncian un Castillo en Italia. Es muy barato el alquiler.
-A ver. Tiene una pinta estupenda. Nos vendría fenomenal para montar un periódico en la zona.
Seguro que tiene mucho espacio para poner la rotativa y nadie nos molestaría. Estoy cansada de escondernos como dos fugitivas, por el hecho de ser mujeres.
-Sí, yo también estoy harta. Tenemos que mandar artículos con nombres falsos de hombre. Hemos nacido en una época muy anticuada.
-El siglo diecinueve es un rollo para nosotras. Si pudiera viajar en el tiempo me iría dos siglos más adelante. Seguro que allí las mujeres, hasta podrán votar a sus candidatos.
-Bueno, no nos desanimemos Ruth, es lo que hay.
Deberíamos investigar sobre el Castillo de Italia.
-Mariam, tienes razón. Creo que si nos marcháramos de Londres y nos fuéramos a Italia, nadie se preocuparía por dos extranjeras excéntricas. Pasaríamos inadvertidas.
-Tanto como eso, no creo, Ruth. Con nuestro aspecto idéntico, pensarán que ven doble. Por mucho que queramos ser invisibles, será imposible. ¿Cuándo has visto a dos hermanas gemelas idénticas?
-Nunca. Nos podemos poner ropa diferente y peinarnos con otro estilo. Incluso yo podría cortarme el pelo. ¿Qué te parece, Mariam?
-Una tontería, Ruth. Sería una pena destrozar tu hermoso cabello color magenta. Es precioso. Mejor es mostrarnos como somos. Dos hermosas damas, altas, estilizadas, con ojos azul cielo, nariz respingona y hermosos labios.
-Es verdad, Mariam. No pienso disfrazarme más. Seremos nosotras mismas. Firmaremos los artículos del periódico aunque sea con nuestras iniciales. No tenemos la culpa de ser unas incomprendidas.
-Lo más importante, es nuestra vocación de periodistas. Si nos quedamos solteronas, es lo de menos. Nos tenemos la una a la otra. Ruth.
-Qué nos importa tener maridos, Mariam. Son un estorbo. No nos dejarían trabajar en nuestra profesión. Solamente deseamos ser libres y que nos dejen tranquilas. ¡Estoy harta que nos miren como a un bicho raro!
-Eres una hermanita muy inteligente, Ruth. Estoy muy orgullosa de ti. Has sacado la belleza de nuestra madre y la inteligencia de nuestro padre.
-Esa frase me suena mucho, Mariam. Es extraño, eso mismo te digo yo a ti. Qué casualidad, que seamos tan iguales en todo. Solamente nos falta tener el mismo gusto en hombres.
-Hasta en eso coincidimos, Ruth. Acuérdate, que siempre nos gustaban los mismos chicos en las aburridas recepciones a las que íbamos.
-Sí, tiene gracia, Mariam. Somos terriblemente idénticas en todo. Incluso los vestidos los llevamos iguales.
-Claro, tenemos un gusto exquisito, Ruth. Nos gusta la buena ropa y los hermosos colores.
-¿Qué hacemos con nuestra casa de Cornualles, Mariam? No me gustaría venderla. Nos la dejaron nuestros padres antes de morir, en aquel horroroso viaje en barco.
-Por supuesto que no la venderemos. Haremos lo mismo que vamos hacer con el Castillo en Italia, alquilarla. ¿Qué te parece, Ruth?
-¡Es una idea genial! Ahora mismo escribo un artículo para publicarlo.
-Estupendo. Ruth. Yo mientras, mandaré un mensaje a Italia diciendo que alquilamos el Castillo.
CAPÍTULO II
-¿Llevas todo tu equipaje? Ruth. Que no se te olviden los guantes y el sombrero. En el barco hará mucho aire y sol. Ya sabes que nuestra piel tan blanca se puede tostar.
-Mariam, ¿has encontrado casa para alquilar?
-Todavía no, Ruth. El caso es que en el periódico de hoy anuncian un Castillo en Italia. Es muy barato el alquiler.
-A ver. Tiene una pinta estupenda. Nos vendría fenomenal para montar un periódico en la zona.
Seguro que tiene mucho espacio para poner la rotativa y nadie nos molestaría. Estoy cansada de escondernos como dos fugitivas, por el hecho de ser mujeres.
-Sí, yo también estoy harta. Tenemos que mandar artículos con nombres falsos de hombre. Hemos nacido en una época muy anticuada.
-El siglo diecinueve es un rollo para nosotras. Si pudiera viajar en el tiempo me iría dos siglos más adelante. Seguro que allí las mujeres, hasta podrán votar a sus candidatos.
-Bueno, no nos desanimemos Ruth, es lo que hay.
Deberíamos investigar sobre el Castillo de Italia.
-Mariam, tienes razón. Creo que si nos marcháramos de Londres y nos fuéramos a Italia, nadie se preocuparía por dos extranjeras excéntricas. Pasaríamos inadvertidas.
-Tanto como eso, no creo, Ruth. Con nuestro aspecto idéntico, pensarán que ven doble. Por mucho que queramos ser invisibles, será imposible. ¿Cuándo has visto a dos hermanas gemelas idénticas?
-Nunca. Nos podemos poner ropa diferente y peinarnos con otro estilo. Incluso yo podría cortarme el pelo. ¿Qué te parece, Mariam?
-Una tontería, Ruth. Sería una pena destrozar tu hermoso cabello color magenta. Es precioso. Mejor es mostrarnos como somos. Dos hermosas damas, altas, estilizadas, con ojos azul cielo, nariz respingona y hermosos labios.
-Es verdad, Mariam. No pienso disfrazarme más. Seremos nosotras mismas. Firmaremos los artículos del periódico aunque sea con nuestras iniciales. No tenemos la culpa de ser unas incomprendidas.
-Lo más importante, es nuestra vocación de periodistas. Si nos quedamos solteronas, es lo de menos. Nos tenemos la una a la otra. Ruth.
-Qué nos importa tener maridos, Mariam. Son un estorbo. No nos dejarían trabajar en nuestra profesión. Solamente deseamos ser libres y que nos dejen tranquilas. ¡Estoy harta que nos miren como a un bicho raro!
-Eres una hermanita muy inteligente, Ruth. Estoy muy orgullosa de ti. Has sacado la belleza de nuestra madre y la inteligencia de nuestro padre.
-Esa frase me suena mucho, Mariam. Es extraño, eso mismo te digo yo a ti. Qué casualidad, que seamos tan iguales en todo. Solamente nos falta tener el mismo gusto en hombres.
-Hasta en eso coincidimos, Ruth. Acuérdate, que siempre nos gustaban los mismos chicos en las aburridas recepciones a las que íbamos.
-Sí, tiene gracia, Mariam. Somos terriblemente idénticas en todo. Incluso los vestidos los llevamos iguales.
-Claro, tenemos un gusto exquisito, Ruth. Nos gusta la buena ropa y los hermosos colores.
-¿Qué hacemos con nuestra casa de Cornualles, Mariam? No me gustaría venderla. Nos la dejaron nuestros padres antes de morir, en aquel horroroso viaje en barco.
-Por supuesto que no la venderemos. Haremos lo mismo que vamos hacer con el Castillo en Italia, alquilarla. ¿Qué te parece, Ruth?
-¡Es una idea genial! Ahora mismo escribo un artículo para publicarlo.
-Estupendo. Ruth. Yo mientras, mandaré un mensaje a Italia diciendo que alquilamos el Castillo.
CAPÍTULO II
-¿Llevas todo tu equipaje? Ruth. Que no se te olviden los guantes y el sombrero. En el barco hará mucho aire y sol. Ya sabes que nuestra piel tan blanca se puede tostar.