Los bailarines giran, saltan, hacen piruetas que desafían el equilibrio y la gravedad y, sin saberlo, escriben con sus cuerpos un texto de física en movimiento.
Así como toda acción es seguida de una reacción, toda voltereta danzable tiene sus leyes, sus fórmulas, sus explicaciones que nos pueden hacer disfrutar aún más de las acciones propias o ajenas y, por qué no, prevenir golpes y pasos en falso. Comprender la física del baile, con sus velocidades, sus pausas y sus pesos, sus aceleraciones, sus puntos de apoyo, sus mareos y sus rotaciones nos permitirá admirar todavía más a quienes –en la pista, en el escenario o en el living de sus casas– se hacen uno con la música. Y también, por supuesto, aprender el ABC de la física a partir de una experiencia cotidiana y divertida.
La ciencia baila y el baile se hace ciencia: se sincronizan uno al otro, mueven esqueletos y neuronas. Una vez más los científicos nos ayudan a entender una porción del mundo y de la vida, como las ganas –y las destrezas– de bailar solos, en pareja, con amigos, cantando con un palo de escoba por micrófono, dibujando pasos, ecuaciones y fórmulas infalibles de rock, de vals, de tango.
¡A bailar con la ciencia!
Ciencia que baila obtuvo el primer premio del Concurso Ciencia que ladra-La Nación.