Aquella colección de souvenirs, regalos que su padre le había traído de sus viajes. Hamburguesas con sabor a café. Pompas que surgen del sumidero del fregadero y le impiden entrar en la cocina. Uñas tan largas que cobijan bahías. Teatros abarrotados para ver sus éxitos como ventrílocuo… Al morir, L. M. vio pasar por delante de sus ojos multitud de recuerdos. Pero no todos eran suyos. Eran los recuerdos de sus clones. Las vivencias de todos los L. M. que han pasado por este planeta, y por otros planetas. De todos sus iguales que, sumados, dan sentido a toda su vida. Y son los relatos cortos que L. M. ha ido recopilando durante años en Cero23, el blog que se lee en menos de lo que dura un parpadeo, 0,23 segundos.
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