Uno puede tirarse la vida soñando con ir a la laguna de Guatavita, ese lugar mágico y sagrado, donde todas las leyendas se vuelven realidad. Los conquistadores y exploradores españoles, cegados por su infinita ambición, emprendieron aventuras inigualables con la esperanza de encontrar riquezas y tesoros. Si el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada llegó a lo que hoy es la capital de Colombia, Bogotá, fue motivado por el deseo de encontrar aquel reino legendario preñado de oro conocido como El Dorado.
Todo surgió en Quito (Ecuador), en pleno siglo XVI, cuando los conquistadores españoles oyeron hablar por primera vez de una curiosa y enigmática ceremonia que tenía lugar más al norte y en la que un cacique se bañaba el cuerpo en polvo de oro y realizaba ofrendas en una laguna sagrada. Desde entonces y hasta bien entrado el siglo XIX, la cara más codiciosa pero también la más curiosa y expedicionaria del ser humano, no ha dejado de brindar episodios de búsqueda. Algunos, como Lope de Aguirre, llegaron incluso a perder el juicio, perpetrando auténticas masacres y entuertos con el único fin de erigirse en el líder de la expedición de El Dorado. Asesinó cruentamente a todos los miembros del grupo hasta hacerse con el mando y poco a poco fue acabando con la vida de aquellos que pudieran hacerle sombra o inflamasen su recelo. Hasta tal punto llegó su locura, que arrastrado por su delirio de avaricia, llegó incluso a acaudillar una rebelión contra la monarquía española y mandar cartas a España comunicando a los monarcas que renegaba de la Corona y que todo lo que encontrase se lo quedaría él sin rendir cuentas a nadie. Este fue el motivo, seguramente, por el que Simón Bolívar dejó escrito que Lope de Aguirre fue el primero en declarar la independencia de una región de América.
Todo surgió en Quito (Ecuador), en pleno siglo XVI, cuando los conquistadores españoles oyeron hablar por primera vez de una curiosa y enigmática ceremonia que tenía lugar más al norte y en la que un cacique se bañaba el cuerpo en polvo de oro y realizaba ofrendas en una laguna sagrada. Desde entonces y hasta bien entrado el siglo XIX, la cara más codiciosa pero también la más curiosa y expedicionaria del ser humano, no ha dejado de brindar episodios de búsqueda. Algunos, como Lope de Aguirre, llegaron incluso a perder el juicio, perpetrando auténticas masacres y entuertos con el único fin de erigirse en el líder de la expedición de El Dorado. Asesinó cruentamente a todos los miembros del grupo hasta hacerse con el mando y poco a poco fue acabando con la vida de aquellos que pudieran hacerle sombra o inflamasen su recelo. Hasta tal punto llegó su locura, que arrastrado por su delirio de avaricia, llegó incluso a acaudillar una rebelión contra la monarquía española y mandar cartas a España comunicando a los monarcas que renegaba de la Corona y que todo lo que encontrase se lo quedaría él sin rendir cuentas a nadie. Este fue el motivo, seguramente, por el que Simón Bolívar dejó escrito que Lope de Aguirre fue el primero en declarar la independencia de una región de América.