Los niños ni son tontos ni por supuesto insensibles, padeciendo y disfrutando de la vida igual que los adultos, aunque para nosotros sus problemas no tengan importancia y creamos que con un beso lo solucionamos todo. Pero estos pequeños humanos están sujetos a depresiones, temores e inapetencias con mayor frecuencia que los adultos, y necesitan mayor paciencia y comprensión que los demás miembros de la familia. Junto a los abuelos, son los más indefensos de la sociedad. Nuestros hijos, que viven mentalmente en su pequeño e importante mundo, tienen su salud pendiente de un hilo, siempre manejada por los adultos. Por tanto, no les hagamos nosotros unos infelices utilizando medicinas que le causan más daño que la propia enfermedad que estamos intentando curarles. Como vemos en este libro, la medicina natural les proporcionará todos los elementos necesarios para un buen desarrollo físico y psicológico.
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