Escribir y publicar son acciones esenciales para el éxito en la vida académica y científica, tanto para el avance de las disciplinas del conocimiento como para el ascenso profesional y la recompensa económica. Lin Tai Wao
La Universidad se ha preocupado por formar científicos, por enseñarles a investigar y producir nuevo conocimiento mediante la identificación y resolución de toda clase de problemas, pero ha olvidado algo fundamental: instruirlos durante su educación en las diferentes formas que existen para registrar los hallazgos, para escribir comunicados sobre lo encontrado, y para publicarlos en los medios apropiados.
Para nadie es un secreto que muchos de los profesores universitarios no saben escribir, que nunca han escrito ni publicado trabajo académico alguno, y que los estudiantes que asisten a sus cátedras siguen el ejemplo de sus maestros, con lo que el ciclo continua. Esto no es un error de ellos, es un desacierto cultural e institucional que lleva años arrastrándose. El equívoco está en que las instituciones, a pesar de que hoy día aparentemente ven la necesidad de establecer formalmente programas de escritura dentro de sus muros, no han hecho nada al respecto. Esto se debe a dos cosas: (1) a la falsa idea de que si el universitario sabe leer y escribir forzosamente puede hacer ambas cosas como un intelectual, que es discernir y escribir textos científicos, y (2) que puede y debe hacerlo si posee grados de maestría o doctorado.
La Universidad se ha preocupado por formar científicos, por enseñarles a investigar y producir nuevo conocimiento mediante la identificación y resolución de toda clase de problemas, pero ha olvidado algo fundamental: instruirlos durante su educación en las diferentes formas que existen para registrar los hallazgos, para escribir comunicados sobre lo encontrado, y para publicarlos en los medios apropiados.
Para nadie es un secreto que muchos de los profesores universitarios no saben escribir, que nunca han escrito ni publicado trabajo académico alguno, y que los estudiantes que asisten a sus cátedras siguen el ejemplo de sus maestros, con lo que el ciclo continua. Esto no es un error de ellos, es un desacierto cultural e institucional que lleva años arrastrándose. El equívoco está en que las instituciones, a pesar de que hoy día aparentemente ven la necesidad de establecer formalmente programas de escritura dentro de sus muros, no han hecho nada al respecto. Esto se debe a dos cosas: (1) a la falsa idea de que si el universitario sabe leer y escribir forzosamente puede hacer ambas cosas como un intelectual, que es discernir y escribir textos científicos, y (2) que puede y debe hacerlo si posee grados de maestría o doctorado.