Conciliar es convivencia en paz por ser el don fundamental de todo ser viviente, es derecho y deber humano en conjunción.
Vivir sin paz no es vivir. La paz es innata en todas las personas sin exclusión. No se nace peleando y odiando, se nace buscando alegría, paz, convivencia y amor.
Este análisis reflexivo sobre la conciliación, se pretende promover un alto en el camino desbocado de la intolerancia.
Nadie esta inmune a los conflictos de cualquier naturaleza, pero se debe saber cómo afrontar las crisis, superarlas en resiliencia y obtener la conciliación comenzando con uno mismo, con nuestro fuero interno.
Entre la guerra y la paz, entre el amor y el odio, busquemos el entendimiento conciliatorio, la reconciliación y el perdón.
La peor consejera es la angustia y la precipitación para la toma de decisiones, por ello, Dios no hizo días interminables.
Conciliar y aconsejarla es tarea del ser humano consciente para poder vivir en una sociedad justa.
La más grave sanción que pueda recibir una persona es el perdón, porque es una pena perpetua, nunca podrá olvidar que fue perdonado por su víctima como lo hiciera el Santo Padre, el Papa, Juan Pablo II, lo cual no exime al criminal de la prisión corporal que administra la justicia.
Quien rechace la conciliación y no procure la reconciliación para llegar al final al perdón, nunca podrá vivir ni morir en paz.
Quien vive odiando, muere abrazando a su peor enemigo: el odio.
Dos pilares fundamentales para la convivencia pacífica, como ha dicho el Cardenal y Arzobispo de Caracas, Jorge Urosa Savino, “fe y conciliación”.
Es el compromiso de todos para vivir en un Estado de Derecho Justo.
Vivir por vivir, no es vivir, vivir en paz, es vivir.
Vivir sin paz no es vivir. La paz es innata en todas las personas sin exclusión. No se nace peleando y odiando, se nace buscando alegría, paz, convivencia y amor.
Este análisis reflexivo sobre la conciliación, se pretende promover un alto en el camino desbocado de la intolerancia.
Nadie esta inmune a los conflictos de cualquier naturaleza, pero se debe saber cómo afrontar las crisis, superarlas en resiliencia y obtener la conciliación comenzando con uno mismo, con nuestro fuero interno.
Entre la guerra y la paz, entre el amor y el odio, busquemos el entendimiento conciliatorio, la reconciliación y el perdón.
La peor consejera es la angustia y la precipitación para la toma de decisiones, por ello, Dios no hizo días interminables.
Conciliar y aconsejarla es tarea del ser humano consciente para poder vivir en una sociedad justa.
La más grave sanción que pueda recibir una persona es el perdón, porque es una pena perpetua, nunca podrá olvidar que fue perdonado por su víctima como lo hiciera el Santo Padre, el Papa, Juan Pablo II, lo cual no exime al criminal de la prisión corporal que administra la justicia.
Quien rechace la conciliación y no procure la reconciliación para llegar al final al perdón, nunca podrá vivir ni morir en paz.
Quien vive odiando, muere abrazando a su peor enemigo: el odio.
Dos pilares fundamentales para la convivencia pacífica, como ha dicho el Cardenal y Arzobispo de Caracas, Jorge Urosa Savino, “fe y conciliación”.
Es el compromiso de todos para vivir en un Estado de Derecho Justo.
Vivir por vivir, no es vivir, vivir en paz, es vivir.