Las palabras son juguetes y cuando alguien las emplea en inventar una historia está jugando con ellas, igual que ocurre cuando alguien lee después la historia inventada. Escritores y lectores jugamos juntos a descubrir lugares más o menos remotos o exóticos, personajes y situaciones a veces insospechados. Y es porque el leer y el escribir, que son dos formas de jugar muy parecidas, nos permiten encontrarnos con otros, con-sentir sensaciones, com-partir vivencias o ideas, con-jugar palabras. Por eso "con" es la preposición -o el prefijo- del leer y el escribir, esos dos verbos que ayudan a sentirse competentes y a encontrarse a los que escriben y leen en un lugar de encuentro que es cada historia. Para jugar a la literatura, hay que empezar por entender que las palabras no tienen más dueños que quienes las usan. Hay que seguir por aprender a usarlas con ayuda de los maestros del lenguaje, que son nuestros escritores predilectos. Quedan para luego los reconocimientos, los aplausos... y todas esas cosas que algunos dicen que no son importantes... Personalmente he comprobado que sí, que también son muy importantes para quienes escriben y, más aún, para quienes de entre ellos logran el aplauso de verse en un libro. Porque es entonces cuando el juego de escribir y de leer, competencia primordial del lenguaje, se vuelve literatura de la de verdad.
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