La tipología del bohemio y la bohemia es tan variada como interesante. Así lo irá descubriendo el lector en esta recopilación, que comienza con la serie de maravillosos esbozos literarios del singular Santiago Rusiñol publicados en "La Vanguardia" (1890-1892), con ilustraciones de Ramón Casas aquí también reproducidas, bajo el título "Desde el Molino", en referencia al célebre Mouline de la Galette que corona Montmartre, barrio bohemio por antonomasia. Allí, la mirada distinta de Renoir, Toulouse-Lautrec, van Gogh o Picaso, Rusiñol y el propio Casas, confeccionan una extraordinaria crónica literaria y visual de la bohemia y los bohemios. Porque bohemios ha habido y habrá siempre y en todo lugar, pero ningunos comparables con los de aquel entrañable París.
A esta serie añadimos una segunda parte con diversos textos de las plumas más venerables (desde Baudelaire o Rubén Darío al mismísimo Verlaine, pasando por Emilio Carrere), que concluye con el anexo clarificador del "Manifiesto Simbolista" (1886) de Jean Moréas.
Finalmente, culmina nuestra selección con una antología esencial de textos franceses y españoles, entresacados de las obras bohemias fundacionales: desde el vagido de Henry Murger, base de los libretos de "La bohème" de Puccini, y su trasunto madrileño "El frac azul", de Pérez Escrich, pasando por pasajes de Alejandro Sawa, López Velarde, Joaquín Dicenta y Blasco Ibáñez, para terminar con un florilegio de plumas tan autorizadas como las de López de Ayala, Manuel Machado, Leopoldo Lugones o del propio Cela, entre otras.
A esta serie añadimos una segunda parte con diversos textos de las plumas más venerables (desde Baudelaire o Rubén Darío al mismísimo Verlaine, pasando por Emilio Carrere), que concluye con el anexo clarificador del "Manifiesto Simbolista" (1886) de Jean Moréas.
Finalmente, culmina nuestra selección con una antología esencial de textos franceses y españoles, entresacados de las obras bohemias fundacionales: desde el vagido de Henry Murger, base de los libretos de "La bohème" de Puccini, y su trasunto madrileño "El frac azul", de Pérez Escrich, pasando por pasajes de Alejandro Sawa, López Velarde, Joaquín Dicenta y Blasco Ibáñez, para terminar con un florilegio de plumas tan autorizadas como las de López de Ayala, Manuel Machado, Leopoldo Lugones o del propio Cela, entre otras.