“Conócete a ti mismo…” Ésta es la fórmula que estaba inscrita en el frontispicio del templo de Delfos. Pero, ¿quién es este “sí mismo” al que hay que conocer? ¿Nuestro carácter, nuestros defectos, nuestras cualidades? No, esto no es aún conocerse. Conocerse es poseer la ciencia de los diferentes cuerpos que constituyen al hombre (los cuerpos físico, etérico, astral, mental, causal, búdico y átmico) y las condiciones necesarias para su desarrollo. Si los Iniciados de la Antigüedad insistieron tanto en la necesidad de conocerse es porque este conocimiento abre las mayores posibilidades de avance, de progreso, de éxito. Mientras no conozcamos las necesidades de los cuerpos sutiles, damos todo al cuerpo físico, que está atiborrado, mientras que el alma y el espíritu están hambrientos, sedientos, se ahogan y mueren.”
Omraam Mikhaël Aïvanhov