Séneca dedica este texto a Marcia, una mujer conocida suya, quien, según parece, mantuvo el luto por la muerte de su hijo durante más de tres años. Séneca trata de convencer a Marcia de que el destino de su hijo, aunque trágico, no debería causar asombro o sorpresa, dado que es parte del orden de la naturaleza el que la vida de siempre paso a la muerte: según Séneca, Marcia a buen seguro conocía a otras muchas madres que habían perdido a sus hijos, luego, ¿por qué esperaba que su propio hijo sobreviviera?
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