Frente a la sociedad de los creyentes, de los que aceptan acríticamente los relatos que se los ofrecen, la sociedad de los espíritus libres que discuten y construyen proyectos y que saben que la forma más persistente del mal es el abuso de poder.
La tradición ilustrada encalló precisamente en sus desvaríos utópicos, cuando quiso convertir sus propuestas en ideales y creencias y empezó a mitificarlas. De esta aventura surgió la democracía liberal, pero también los grandes totalitarismos fruto de la sacralización de lo que nunca puede ser sagrado: la razón. Después de la tempestad dse hizo una calma aparente que algunos llamaron posmodernidad. Pero pronto se vio que la tranquilidad era pasajera, que la historia no se detenía como algunos habían augurado.
Después vino el estallido del miedo, con el 11-S y los tambores de guerra que surgieron como respuesta. En nombre de la seguridad se fue imponiendo una cierta anestesia de las libertades, de asfixia de las pulsiones de cambio. Las democracias occidentales en pérdida de calidad parecen ir directas al totalitarismo de la indiferencia. Contra este destino se rebela la razón crítica. Y las cuatro verdades que se desarrollan en este libro.