La mano invisible está metida en el bolsillo de los ciudadanos. El capitalismo no se pregunta cómo evitar los ciclos, vive de ellos. Siembra burbujas sin control porque al final se le permite cargar el coste a la espalda del trabajador, gracias a la inestimable ayuda de la clase política más mediocre y entregada al poder económico que ha conocido el mundo contemporáneo. Ya nadie se lanza desde las ventanas de Wall Street ni se lanzará desde las torres de la Castellana. Han ganado y España es el ejemplo más claro de su victoria. Se llenaron los bolsillos y, cuando no daba para más, hipotecaron los impuestos que debían proteger a la población que los paga para recuperar el dinero apostado. El único modo de lograr su propósito era crear un pánico paralizador que les ha servido además para deshacer en tiempo récord lo que se tardó tanto en conseguir: los derechos laborales, la cobertura del Estado de bienestar, la redistribución de la riqueza. Se lo quieren llevar todo y para lograrlo están relegando de nuevo a la clase trabajadora a una única aspiración: sobrevivir.
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