Hay un pre-juicio muy equivocado, manejado por los y las revolucionarias, todavía al estilo bolchevique, incluso cuando creen haberlo dejado atrás, creen haberlo superado. La conjetura del destino implícito en la condición de clase se transmite a otras versiones, a otras tesis políticas. Si ayer era el proletariado la consciencia histórica, antes de ayer los son las víctimas, las comunidades indígenas convertidas en víctimas. Otra versión se da, de manera más extensa, cuando se generaliza a los y las subalternas; la condición dominación sufrida convierte a los reducidos a la condición de subalternidad en portadores de una rebelión innata. Pasa con todas las subjetividades definidas en el perfil de las explotaciones, discriminaciones, violaciones. El problema de este enfoque mesiánico es que duplica la dominación de los amos, de los patrones, de los burgueses, de los patriarcas, al reducir a los colectivos, comunidades, subjetividades, en víctimas. Se puede develar una psicología escondida, en una forma discursiva que se pretende interpeladora; aunque se usen adjetivos amenazantes al enemigo de clase, al colonizador, al patrón, al propietario de los medios de producción, al patriarca, en la medida que el núcleo de la representación es la figura piadosa de la víctima se pide, aunque no se lo pronuncie, conmiseración, piedad, reconocimiento.
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