CRUCE DE CAMINOS
CAPÍTULO I
Había pocos clientes para visitar a Madam Fanny, la mejor echadora de cartas, para averiguar el futuro y adivinadora con la bola de cristal, todo lo que pudiera haber ocurrido en el pasado y en el más allá.
Realmente no me hacían falta el Tarot, ni ningún objeto esotérico, para conocer de verdad, de lo que iba a ocurrir a las personas, en un próximo tiempo no muy lejano.
Nací con estos dones, transmitidos desde generaciones de hechiceras, magas o brujas, como me quieran llamar.
Todas las mujeres de mi familia lo han sido. Y con grandes ceremonias de iniciación a mis dieciséis años, empezamos a conjurar los embrujos y nuestras mentes, las ejercitamos para poder predecir cualquier detalle importante, en la vida de los demás humanos mortales.
Llevaba un disfraz, para interpretar mi papel de adivinadora: un pañuelo de colores, escondiendo mi largo cabello dorado, un antifaz negro ocultando mi rostro, y una túnica con estampados brillantes.
No deseaba ser reconocida por nadie. Vivía en un importante enclave de Paris, y necesitaba pasar por una señorita, de la alta sociedad.
En realidad mi padre, es el Conde de Lamothe, originario de San Juan de Luz, al Sur de Francia. Nos trasladamos hace dos años, cuando cumplí mis dieciséis años para mi iniciación.
Por desgracia mi madre murió asesinada, por nuestros enemigos, los brujos de magía negra.
Mi padre no quiso que a mí, me ocurriera lo mismo que a mi madre, cuando me encontraran. Con nombres falsos, nos hacemos pasar, por un viudo comerciante rico y su hija única, de dieciocho años. Llevamos escondidos todo este tiempo, por el momento no hemos vuelto a tener noticias de los malhechores.
El hijo del Jefe de los brujos malditos, quiso raptarme para hacer una ceremonia, uniéndonos los dos en matrimonio y juntando nuestros dones, haciéndonos invencibles, ante toda la población que habita la Tierra.
Mi pobre madre, estaba muy preocupada cuando supo el futuro inmediato que me esperaba y obligó a mi padre Jean Paul, que me escondiera y trasladara a un lugar seguro.
Le hizo prometer, que siempre me protegería contra el mal de la oscuridad, aunque tuviéramos que recorrernos todo el estado de Francia o incluso trasladarnos hasta Inglaterra.
Desgraciadamente Camille, mi maravillosa madre, no pudo hacer nada, enfrentándose contra todo el poder oscuro. Nunca más volvimos a saber de ella.
En estos momentos, mi padre no sabe nada, sobre lo que estoy haciendo, en una caseta de feria, que han instalado en un circo, a las afueras de los Campos Elíseos, con sus atracciones, para atraer a todo el público posible. Me contrataron, pensando que soy una humilde sirvienta, que trabaja en casa de un caballero.
Siempre me han visto con mi disfraz de adivinadora, y ante mi éxito con mis predicciones a corto plazo, me tienen en gran estima y admiración. Generalmente vienen mujeres ansiosas, por conocer el futuro que van a tener con algún enamorado.
Únicamente les doy un poco de felicidad y esperanzas, no deseo verlas sufrir y las oculto predicciones que no son agradables, en su entorno familiar o de sus amados. Escapa a mi control y con la desgracia de mi madre he aprendido que por mucho que queramos cambiar el destino, nos arriesgamos a perder la vida.
Jamás he podido ver cual será el futuro, que me deparará en los años venideros y no quiero conocer tampoco, el de mi amado padre Jean Paul. Sería terrible conocer, cual va a ser su último día en este mundo y no poder hacer nada para salvarle.
Nos tenemos el uno al otro y para él la muerte de mi madre, ha sido un golpe tan duro, que no la ha podido superar. Se culpa por no haberla podido proteger. Él no posee nuestros dones y es un simple mortal.
Este fue el primer casamiento entre una pareja, que no eran de la misma condición humana. Mis abuelos nunca quisieron aceptarlo, y dejaron de lado a mi madre, cuando se casó con un hombre diferente a nuestro aquelarre.
Ellos se amaban profundamente y antepus
CAPÍTULO I
Había pocos clientes para visitar a Madam Fanny, la mejor echadora de cartas, para averiguar el futuro y adivinadora con la bola de cristal, todo lo que pudiera haber ocurrido en el pasado y en el más allá.
Realmente no me hacían falta el Tarot, ni ningún objeto esotérico, para conocer de verdad, de lo que iba a ocurrir a las personas, en un próximo tiempo no muy lejano.
Nací con estos dones, transmitidos desde generaciones de hechiceras, magas o brujas, como me quieran llamar.
Todas las mujeres de mi familia lo han sido. Y con grandes ceremonias de iniciación a mis dieciséis años, empezamos a conjurar los embrujos y nuestras mentes, las ejercitamos para poder predecir cualquier detalle importante, en la vida de los demás humanos mortales.
Llevaba un disfraz, para interpretar mi papel de adivinadora: un pañuelo de colores, escondiendo mi largo cabello dorado, un antifaz negro ocultando mi rostro, y una túnica con estampados brillantes.
No deseaba ser reconocida por nadie. Vivía en un importante enclave de Paris, y necesitaba pasar por una señorita, de la alta sociedad.
En realidad mi padre, es el Conde de Lamothe, originario de San Juan de Luz, al Sur de Francia. Nos trasladamos hace dos años, cuando cumplí mis dieciséis años para mi iniciación.
Por desgracia mi madre murió asesinada, por nuestros enemigos, los brujos de magía negra.
Mi padre no quiso que a mí, me ocurriera lo mismo que a mi madre, cuando me encontraran. Con nombres falsos, nos hacemos pasar, por un viudo comerciante rico y su hija única, de dieciocho años. Llevamos escondidos todo este tiempo, por el momento no hemos vuelto a tener noticias de los malhechores.
El hijo del Jefe de los brujos malditos, quiso raptarme para hacer una ceremonia, uniéndonos los dos en matrimonio y juntando nuestros dones, haciéndonos invencibles, ante toda la población que habita la Tierra.
Mi pobre madre, estaba muy preocupada cuando supo el futuro inmediato que me esperaba y obligó a mi padre Jean Paul, que me escondiera y trasladara a un lugar seguro.
Le hizo prometer, que siempre me protegería contra el mal de la oscuridad, aunque tuviéramos que recorrernos todo el estado de Francia o incluso trasladarnos hasta Inglaterra.
Desgraciadamente Camille, mi maravillosa madre, no pudo hacer nada, enfrentándose contra todo el poder oscuro. Nunca más volvimos a saber de ella.
En estos momentos, mi padre no sabe nada, sobre lo que estoy haciendo, en una caseta de feria, que han instalado en un circo, a las afueras de los Campos Elíseos, con sus atracciones, para atraer a todo el público posible. Me contrataron, pensando que soy una humilde sirvienta, que trabaja en casa de un caballero.
Siempre me han visto con mi disfraz de adivinadora, y ante mi éxito con mis predicciones a corto plazo, me tienen en gran estima y admiración. Generalmente vienen mujeres ansiosas, por conocer el futuro que van a tener con algún enamorado.
Únicamente les doy un poco de felicidad y esperanzas, no deseo verlas sufrir y las oculto predicciones que no son agradables, en su entorno familiar o de sus amados. Escapa a mi control y con la desgracia de mi madre he aprendido que por mucho que queramos cambiar el destino, nos arriesgamos a perder la vida.
Jamás he podido ver cual será el futuro, que me deparará en los años venideros y no quiero conocer tampoco, el de mi amado padre Jean Paul. Sería terrible conocer, cual va a ser su último día en este mundo y no poder hacer nada para salvarle.
Nos tenemos el uno al otro y para él la muerte de mi madre, ha sido un golpe tan duro, que no la ha podido superar. Se culpa por no haberla podido proteger. Él no posee nuestros dones y es un simple mortal.
Este fue el primer casamiento entre una pareja, que no eran de la misma condición humana. Mis abuelos nunca quisieron aceptarlo, y dejaron de lado a mi madre, cuando se casó con un hombre diferente a nuestro aquelarre.
Ellos se amaban profundamente y antepus