Es posible que el ejercicio que la autora ha realizado en esta obra sea el más arriesgado de cuantos podemos acometer a lo largo de nuestra vida: abrir la memoria y revisar lo ya vivido, tal vez para simplemente comprenderlo, o tal vez para revivirlo de una manera más humana y, en consecuencia, menos dolorosa. Resulta conmovedor leer cada página y bucear en sus colores y tomarlos como pretextos de aquel trabajo personal que, ineludiblemente, todos tenemos que emprender. Eso es lo que nos muestra la autora de estas páginas en su desnudarse lento y cadencioso. La lectura de este texto es, desde la primera palabra, demostración de que lo único que nos hace ser la persona que somos es la mirada propia.
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