Presentamos ahora con orgullo esta colección inicial de los Cuentos folklóricos rusos de Alekandr Nikoalevich Afanasiev.
La colección de Afanásiev ha sido objeto de estudio de críticos y especialistas de todo el mundo, entre ellos Vladimir Propp (1895-1970), cuya Morfología del cuento (1928) encuentra en la recopilación de Afanásiev su punto de partida.
Según palabras del prestigioso folklorista Vladimir Propp: “Los cuentos populares rusos, de Alexandr Nikoláievich Afanásiev, constituyen un libro popular en el sentido más amplio de este concepto. Gracias a Afanásiev vio el lector por primera vez el cuento ruso en toda su riqueza y toda su diversidad, en su belleza genuina, sin afeites ni amaños.”
Propp destaca el empeño de Afanásiev en respetar las anotaciones iniciales de los cuentos —sin dar lugar a retoques literarios—, limitándose al papel de redactor y editor. Esto a diferencia de publicaciones anteriores, donde los cuentos eran adaptados y estilizados (o simplemente ignorados) por la “alta cultura”, considerándoselos desdeñosamente como “cuentos del mujik”. En palabras textuales de Propp, a estos relatos “no se les reconocía el derecho de ciudadanía literaria”.
La colección de Afanásiev ha sido objeto de estudio de críticos y especialistas de todo el mundo, entre ellos Vladimir Propp (1895-1970), cuya Morfología del cuento (1928) encuentra en la recopilación de Afanásiev su punto de partida.
Según palabras del prestigioso folklorista Vladimir Propp: “Los cuentos populares rusos, de Alexandr Nikoláievich Afanásiev, constituyen un libro popular en el sentido más amplio de este concepto. Gracias a Afanásiev vio el lector por primera vez el cuento ruso en toda su riqueza y toda su diversidad, en su belleza genuina, sin afeites ni amaños.”
Propp destaca el empeño de Afanásiev en respetar las anotaciones iniciales de los cuentos —sin dar lugar a retoques literarios—, limitándose al papel de redactor y editor. Esto a diferencia de publicaciones anteriores, donde los cuentos eran adaptados y estilizados (o simplemente ignorados) por la “alta cultura”, considerándoselos desdeñosamente como “cuentos del mujik”. En palabras textuales de Propp, a estos relatos “no se les reconocía el derecho de ciudadanía literaria”.