¿Qué pueden tener en común un pobre sujeto que parece la encarnación de la mala suerte, una esclava que desprecia la libertad, un borracho soñador, un hombre de las cavernas o un violador? Nada, como no sea que todos ellos forman parte del mismo universo, que todos están constituidos de la misma y trágica materia: polvo de estrellas.
Sin embargo, sus caminos, que jamás se cruzarán, conducen hacia el mismo sitio: la desolación, el vacío, la desesperación de la muerte, o de la vida que no se quiere prolongar, el cansancio, la ira, la venganza, la incomprensión de un mundo que más parece girar por nosotros que a nuestro pesar.
Estos cuentos cortos y negros rezuman todo eso, son viscerales, corrosivos, no dejan espacio a la esperanza, porque la libertad está sobrevalorada, y nada, nada, parece ser tan efectivo y querido a la conciencia humana como el exacerbado egoísmo que nos impulsa a vivir incluso cuando ya no queda nada por lo que hacerlo.
Sin embargo, sus caminos, que jamás se cruzarán, conducen hacia el mismo sitio: la desolación, el vacío, la desesperación de la muerte, o de la vida que no se quiere prolongar, el cansancio, la ira, la venganza, la incomprensión de un mundo que más parece girar por nosotros que a nuestro pesar.
Estos cuentos cortos y negros rezuman todo eso, son viscerales, corrosivos, no dejan espacio a la esperanza, porque la libertad está sobrevalorada, y nada, nada, parece ser tan efectivo y querido a la conciencia humana como el exacerbado egoísmo que nos impulsa a vivir incluso cuando ya no queda nada por lo que hacerlo.